Page 257 - Narraciones extraordinarias
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ta se fatigó y dirigí la mirada hacia otros objetos de la cel­  en la insensibilidad, y luego, al recobrarme pude ver que
 da.     el péndulo no había avanzado mayormente; lo que me hizo
 De pronto, un ruido llamó mi atención: enormes ratas  comprobar que había seres demoniacos que controlaban la
 atravesaban el suelo. Habían salido del pozo atraídas por  vibración según mi propia ansiedad.
 el olor de la carne. Me costó gran esfuerzo espantarlas.   Saqué fuerza de mi agonía y estiré mi brazo izquierdo
 � l paso de media hora, volví a mirar el techo y, con  para alcanzar el resto de carne que las ratas me habían de­
 hornble sorpresa, comprobé que el péndulo había avanza­  jado. Mientras me lo llevaba a la boca, un pensamiento de
 do casi un metro, y su velocidad era mucho mayor. Con  alegría y esperanza cruzó mi mente. Se mantuvo muy poco
 horror percibí también que su extremo tenía la forma de  tiempo en mi cabeza, pues mi espíritu estaba tan debilita­
 una media luna de brillante acero. Su filo se asemejaba a  do que yo no era más que un idiota; sin embargo, con gran
 una navaja barbera.   esfuerzo, intenté mantener esta idea.
 No existía duda ya del terrible destino que me habían  El péndulo había sido dispuesto en ángulo recto con
 preparado. Los inquisidores notaron que yo había descu­  mi cuerpo, de manera que su filo atravesara directamente
 bierto el pozo y su tortura gracias a una accidental caída.  mi corazón. Primero rasgaría la tela de mi vestido, una y
 Como no estaba previsto arrojarme directamente al abis­  otra vez, lentamente, hasta llegar a su verdadera meta; pero,
 mo, ide ron pues una muerte aún más especial y dulce para  durante algunos minutos, lo único que podía hacer era ras­
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 un hereJe como yo. ¡Más dulce! En mi aflicción casi son­  gar mi traje. Detuve mi pensamiento unos instantes. No
 reí al notar el uso que hice de esta palabra.   me atrevía a ir más lejos con mi reflexión. Me concentré
 ¿De qué sirve explicar las largas horas de agonía que  en ella corno si de esta manera pudiera detener el cuchillo.
 ,        Mi imaginación me llevó a imaginar el sonido que produ­
 pase contando las aterradores oscilaciones del acero? Cen­
 tímetro a centímetro descendía lentamente, cada vez más  ciría su contacto con mi vestido, y luego con mis nervios  ...
 abajo, ¡cada vez más abajo!   Aterrado, me detuve.
 Pasaron tal vez varios días antes de que pudiera �tir  Cada vez más abajo, más abajo, más abajo. Me produ­
 el aire acre del péndulo que se balanceaba sobre mí. Ro­  cía un extraño placer calcular el tiempo que el péndulo
 gué al cielo que lo hiciera descender lo más rápido posi­  demoraba en bajar, en comparación con la demora de la
 ble, pues me estaba volviendo loco, frenético. Al final, caí  oscilación lateral. Hacia la izquierda, hacia la derecha, iz­
 en una gran calma,  sonriendo  ante esta muerte como si  quierda, derecha, con un silbido aterrador. Yo reía y aulla­
 fuera un juguete maravilloso. Me mantuve un momento  ba según lo que sintiera en cada momento.


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