Page 221 - Narraciones extraordinarias
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ser detenida o retrasada por este procedimiento. Existían   aquel hombre para temer algún escrúpulo de su parte; ade­
 otros puntos importantes a investigar, pero estos eran los   más, no tenía familiares en América, lo que evitaba cual­
 que más me interesaban, sobre todo el último, ya que de   quier oposición por parte de los parientes. Le hablé con
 ser así, nos encontraríamos ante un gran descubrimiento.   rranqueza de mis intensiones y su interés se vio notoria­
 Buscando entre mis amigos alguien en quien pudiera   mente excitado, lo que me sorprendió, ya que aunque se
 llevar a cabo estos experimentos, pensé en el señor Ernes­  había sometido a mis experimentos en situaciones ante­
 to  Valdemar,  conocido  compilador  de  l a   Biblioteca  riores, nunca demostró simpatía ante mis trabajos. Su en­
 Forensica y autor -bajo el seudónimo de Issachar Marx­  l'crmedad era de las que permite calcular con exactitud la
 de las traducciones polacas  de Schiller y  Rabelais.  Mi   l'ccha del deceso, por lo que acordamos que él me llamaría
 amigo, que residía en Harlem, Nueva York, desde el año   veinticuatro horas antes del momento fijado por los médi­
 1839, llamaba la atención por una extrema delgadez -se­  cos para su muerte.
 mejante a  la de John Raudolph- y también por el blanco   Hace siete meses recibí la siguiente carta:
 excesivo de sus patillas que contrastaban con la negrura
 de sus cabellos, los cuales eran generalmente confundidos   «Mi querido P ... :
 con una peluca. Su temperamento nervioso hacía de él un   Puedes venir ahora.  D  ... y F.  .. están de acuerdo en
 sujeto ideal para la experiencia mesmérica. En otras oca­  que no pasaré de las doce de la noche de mañana,  y creo
 siones había conseguido dormido sin problemas; sin em­  que han calculado el plaza exacto.
 bargo, los resultados esperados, debido a su condición, no   Valdemar
 tuvieron éxito, ya que su voluntad era tan fuerte que no
 conseguía ponerla bajo mi dominio, y tal vez por eso no   Recibí esta nota media hora después de haber sido es­
 pude realizar con él ningún acto de clarividencia. Siempre   crita, y quince minutos más tarde me encontraba en el le­
 atribuí estos fracasos al desorden de su salud, ya que unos   cho del moribundo. No lo había visto hace días y me asom­
 meses antes los médicos le habían diagnosticado tisis. Y/él   bró la hoffible transformación que en tan breve lapso se
 acostumbraba hablar  de su próxima  muerte  con la más   había producido en él. Su rostro tenía un color plomizo,
 absoluta normalidad y tranquilidad.   sus ojos carecían de brillo, y su delgadez era tan extrema
 No es de extrañar entonces que, cuando se me ocu­  que sus pómulos le agrietaban la piel.  Su expectoración
 ffieron los experimentos que ya he detallado, pensara en   era excesiva y su pulso, apenas perceptible. Sin embargo,
 el señor Valdemar. Conocía muy bien la firme filosofía de   conservaba maravillosamente sus capacidades mentales y

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