Page 216 - Narraciones extraordinarias
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durante muchas horas, días, en la sombría habitación de la               grito terrible:                               , .
          torre, envuelta por una pálida luz que desde el cielo raso                  -¡Esta obra es magnífica, tiene todo el espmtu y la
          caía sobre la tela.                                                      vida misma!
              En cambio, el pintor se vanagloriaba por su obra, que                    y  se  volvió  p a ra  besar  a  su  amada  esposa,
          avanzaba hora tras hora, día tras día. Hombre apasionado,                pero  ... ¡estaba muerta!
          extraño y pensativo, se perdía en sus ensueños, tanto que
          era el único que no notaba que la escasa luz que entraba en
          aquella habitación, consumía la salud y los encantos de su
          mujer a medida que el retrato avanzaba. Pero ella siempre
          sonreía, sin quejarse nunca, pues veía que el pintor, que
          gozaba de gran fama, trabajaba con enorme placer noche
          y día para plasmar en la tela la imagen de quien tanto ama­
          ba. Quienes lo visitaban comentaban en voz baja el asom­
          broso y maravilloso parecido, otra muestra más de la ex­
          celencia de aquel artista insuperable. Finalmente, cuando
          el trabajo se acercaba a su término, no se le permitió a
          nadie más subir a la torre, porque el pintor, absorto en su
          obra, no despejaba su mirada del lienzo, ni siquiera para
          observar el rostro de su esposa. No quería ver que los co­
          lores que ponía sobre las mejillas del retrato eran extraí­
          dos de las mejillas de la que estaba sentada a su lado. Y
          cuando pasaron muchas semanas de trabajo, y no restaba
          más que un detalle para terminar la obra, una pequeña pin­
          celada en la boca y un toque sobre los ojos, el espíritu de la{
          joven palpitó vacilante como la llama de la lámpara. En­
          tonces, los toque fueron hechos; el pintor quedó unos ins­
          tantes en éxtasis ante el trabajo terminado; pero, un minu­
          to después, palideció y, estremecido de terror exhaló un


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