Page 22 - Narraciones extraordinarias
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milia, no el de pila. Mi nombre de pila es Napoleón Bona par­            vo usar lentes. Por ser un joven de agradable presencia, n..
         te. Más exactamente, estos son mis nombres de pila primero               ralmente me desagradan, y me he negado siempre a usarle.,
         y segundo.                                                               No conozco nada que desfigure tanto un semblante, e impri­
            Acepté el apellido Simpson con cierta repugnancia, por­               ma en todas las facciones un aspecto de gazmoñería, o de san­
         que el mío, el verdadero, Froissm1, tiene razones para un per­           turronería  y  envejecimiento,  como  el  que  dan  las  gafas.
         donable orgullo, pensando en fundar mi descendencia desde                También otorgan un aire de exagerada suficiencia y afecta­
         el inmortal autor de las Crónicas. Además, y dicho sea de pa­            ción, de modo que he procurado la forma de arreglármelas
         so, a propósito de apellidos puedo mencionar coincidencias               siempre sin ellas.  Quizás sean excesivos estos pormenores,
         muy singulares en los nombres de mis predecesores inmedia­               puramente personales, sin mayor importancia. Bastará con
         tos.                                                                     añadir que mi temperamento es arrebatado, ardiente, entu­
            Mi padre era monsieur Froissart, de París. Su esposa, mi              siasta, y que toda mi vida he sido un devoto admirador de las
        madre, con quien se casó cuando ella tenía quince años, era
        una señorita Croissart, hija mayor del banquero Croissart, cu­            mujeres.
        ya mujer, que sólo contaba con dieciséis años al casarse, era                 Una noche del pasado invierno, entré en un palco del tea­
        hija de Víctor Moissart. Monsieur Moissart, casualidad rara,              tro, acompañado de un amigo, el señor Talbot. Era noche de
        contrajo matrimonio con una señorita del mismo apellido,                  ópera, y se anunciaba una atracción muy notable, así es que
        Mademoiselle Moissart. Ella, también era una chiquilla cuan­              el  teatro estaba muy concurrido. Llegamos a tiempo para ocu­
        do se casó y asimismo su madre,  Madame Moissart, que no                  par  los asientos de primera fila que nos habían reservado, aun­
        tenía más de catorce años cuando fue conducida al altar. Es­              que para  sentarnos  en ellos  tuvimos  que abrirnos  paso  a
        tos matrimonios tempranos son corrientes en Francia. Tene­                codazos.
        mos, por lo tanto, en línea de descendencia directa: Moissart,                Durante un par ele horas, mi amigo, que era un auténtico
        Voissart, Croissart, y Froissart. El último, mi propio apellido,          melómano, fijó toda su atención exclusivamente en el esce­
        aunque como ya he explicado, por disposición legal, se ha con-            nario, en tanto que yo me distraje observando al auditorio,
        vertido en Simpson.                                                       compuesto por la flor y nata de la ciudad.
            En cuanto a mis prendas personales, no me faltan. AJ con­              .  Tras satisfacerme en este punto, iba a volver mis ojos ha­
        trario, pienso que tengo buena figura, y poseo lo que el no­              cia la prima don na, cuando vi una figura que había escapado
        venta por ciento de la gente llama un rostro atractivo.  Soy              a mi atención.
        alto, mi cabello es negro y rizado, y mi nariz es regular.  Mis              Aunque viva mil a11os, jamás podré olvidar la intensa emo­
        ojos son grandes y pardos y, aunque en realidad mi vista es               ción con que miré a esa persona. Era la mujer más exquisita
        débil, nadie sospecharía el menor defecto en mi mirada. Esta              que había contemplado. Tenía vuelto el rostro hacia el esce­
        debilidad, sin embargo, siempre me ha molestado mucho,  y                nario, en tal forma que durante unos minutos no pude ver na­
        he acudido a todos los remedios posibles para suprimirla, sal-           da de él; pero toda su estampa era divina; no hay palabras para

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