Page 18 - Narraciones extraordinarias
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dejó endurecerse. Existía, por otra parte, una saliente en uno        rror, el monstruo se había alejado para siempre de aquellos
           de estos muros, producida por una chimenea artificial que             Jugares. Ya no volvería a verle jamás, y mi dicha era infinita.
           quedó tapada. No dudé que me sería fácil quitar los ladrillos         Me inquietaba muy poco la criminalidad de mi tenebrosa ac­
           de aquel sitio, colocar allí el cadáver, y emparedarlo, de ma­        ción, aunque se abrió una especie de sumario que inte t �  cier­
                                                                                                                                  ?
           nera que ninguna mirada pudiera descubrir nada sospechoso.            tas averiguaciones. También se dispuso un reconoc1m1ento,
              No me engañé en mis cálculos y, ayudado por una palan­             pero, naturalmente, nada podía descubrirse. Yo daba por ase­
           ca, separé sin mayor dificultad los ladrillos. Luego coloqué el       gurada mi felicidad futura.             .               ,
           cuerpo contra la pared interior, y lo sostuve en esa postura,             Al cuarto día de haber cometido el asesmato, se presento
           hasta restablecer, sin gran esfuerzo, toda la estructura a su es­     inopinadamente en mi casa un grupo de agentes de Policía, Y
           tado primitivo. Tomando cuanta precaución es imaginable,              procedió de nuevo a una rigurosa inspección. Confiando en
           me procuré una argamasa de cal y arena. Preparé una mezcla            lo impenetrable de aquel escondite, no experimenté turba­
           que no podía distinguirse de la primitiva, y cubrí cuidadosa­         ción alguna.
           mente con ella el nuevo tabique.                                          Los agentes quisieron que los acompañara en su revisión,
              Cuando terminé, acepté que todo había resultado perfec­            y fue examinado hasta el último rincón de la casa. Por terce­
           to. La pared no presentaba la más leve señal de arreglo. Con          ra o cuarta vez bajaron al sótano, lo cual no me alteró en lo
          sumo  cuidado barrí el piso y recogí los escombros. Miré, triun­       más mínimo. Como el de un hombre que reposa en la inocen­
           falmente a mi alrededor, y me dije: "Por lo menos aquí, mi            cia  mi corazón latía pacíficamente. Recorrí el sombrío lugar ,
                                                                                    '
           trabajo no ha sido infructuoso".                                      de punta a punta, crucé los brazos sobre el pecho y me pasee
              En seguida, la primera idea fue buscar al felino causante          indiferente de un lado a otro. Plenamente satisfecha, la Po­
           de tan tremenda desgracia, porque, al fin, había resuelto ma­         licía se disponía a abandonar la casa, pero era demasiad in­
                                                                                                                                      �
           tarlo.  Si  en aquel  momento  lo  hubiera  encontrado,  nada         tenso  el  júbilo  que  yo  experimentaba  para  que  pudiera
          habría evitado su destino. Pero parecía que el animal, ante la         reprimirlo. Sentía la viva necesidad de decir una palabra, una
                                                                                                                                         _
          violencia de mi cólera, se había alarmado y procuraba no pre­          palabra tan sólo, a modo de triunfo, y hacer doblemente evi­
          sentarse, desafiando, desde su refugio, mi furia. Es imposible         dente la convicción de mi inocencia.
          describir o imaginar la intensa. la apacible, sensación de ali­            -Señores  -dije, cuando los agentes subían la escale­
          vio que trajo a mi corazón la ausencia de la detestada criatu­         ra -, es para mí una gran satisfacción haber desvanecido sus
          ra. No se presentó en toda la noche, y ésta fue la primera que         sospechas. Les deseo a todos ustedes buena salu � ·-·  Vuel­
          gocé desde su llegada a la casa. Dormí tranquila y profunda­            van a verme. Tienen ustedes aquí una casa muy bien cons­
          mente. Sí, dormí con el peso de aquel asesinato en mi alma.             truida  ...  -Apenas sabía  lo  que hablaba  en  mi  desatinado
              Transcurrieron el segundo y el tercer día. Mi verdugo no            afán de decir algo-. Puedo asegurarles que ésta es una cdi­
          vino, y respiré una vez más como un hombre libre. En su te-             [icación excelente. Estos muros  ... l.Cómo? l.Se van ustedes,

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