Page 200 - Narraciones extraordinarias
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to, seguido de un rumor de voces preocupadas, con una 1 isitarem, curas meas aliquantulumfore levatas. *¿Por qué
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mezcla de pena y dolor, me arrancó de mis sueños. Me iil leerlas mis cabellos se pusieron de punta y la sangre se
levanté, y al abrir las puertas de la biblioteca, me encontré heló en mis venas?
con una criada deshecha en lágrimas, quien me informó De pronto sonó un suave golpe en la puerta de la bi-
que Berenice ya no existía. Durante la mañana había sufri blioteca y, pálido como si viniera de una tumba, un criado
do un ataque de epilepsia, y al llegar la noche, la tumba entró en puntillas. Sus ojos reflejaban un violento terror y
estaba preparada para el entierro. 1m pudo sino hablarme con una voz quebrada, ronca y muy
Me encontré nuevamente solo en la biblioteca. Me baja. ¿Qué me dijo? Sólo comprendí algunas de sus pala
parecía haber despertado de un agitado y confuso sueño. bras. Me habló de un grito agudo y espantoso que se sintió
Dieron las doce y sabía que Berenice se encontraba ente lºl1 medio del silencio de la noche, y de los criados que
rrada desde la puesta de sol. Pero de aquel largo intervalo 1 rataron de averiguar su procedencia. Luego, susurrando
no conservaba ningún recuerdo. Sin embargo, mi alma se :,penas, se refirió a una tumba profanada, a un cadáver sin
encontraba llena de horror por ese ambiguo y vago inter mortaja, desfigurado, que aún respiraba, vivo.
valo. Era una página espantosa en la historia de mi vida El criado dejó de hablar y señaló mis ropas, mancha
escrita con recuerdos borrosos, siniestros e indescifrables. das de barro y sangre. No dije nada. Luego examinó mis
Traté de comprenderlos, pero fue inútil; mientras tanto, manos, arañadas por otras manos humanas, y señaló una
semejante al espíritu de un sonido lejano, oía un agudo y pala apoyada en la pared. Con un gritó corrí hacia la mesa
penetrante grito de mujer. Indudablemente yo había hecho y me apoderé de la caja, pero, a causa del temblor de mis
algo. ¿ Qué era? Me lo pregunté en voz alta y los susurrantes manos no pude abrirla y cayó al suelo, haciéndose peda-
ecos de la habitación respondieron: ¿Qué era? 1.os. Entonces, rodaron por el suelo algunos instrumentos
La luz de la lámpara sobre mi mesa alumbraba una de cirugía dental, mezclados con treinta dos magníficos y
pequeña caja. No era por ningún motivo llamativa; yo la diminutos objetos blancos, relucientes como el marfil.
había visto antes, pues había pertenecido al médico de la
familia. Pero, ¿cómo había llegado hasta allí? ¿Por qué
estaba sobre mi mesa, y por qué me estremecí al verla?
Estas cosas no merecían ser tomada en cuenta y, finalmen
te, mis ojos se fijaron en un libro abierto con una fras + Mis compañeros me aseguraban que visitando el sepulcro de mi
subrayada: Dicebant mihi sodales si sepulchrum amica, ,1111iga aliviaría mis tristezas.
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