Page 117 - Narraciones extraordinarias
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Hasta ahora he hablado fielmente. Sin embargo, cuando   1aba sobre el Valle una oleada de ese perfume santo. Y en las
 paso  la barrera  creada por  la  muerte  de Eleonora  en  el sendero   horas de soledad, cuando mi corazón latía angustiosamente,
 del tiempo, y comienzo la segunda época de mi existencia,   los vientos, envueltos en suaves suspiros, llegaba a acariciar
 siento  que  una  sombra pesa sobre mi cerebro, y pongo en duda   mi frente. Vagos murmullos henchían siempre el aire de la
 la lucidez perfecta del recuerdo. No obstante, permítanme   noche, y una vez, isólo una vez! desperté de un sopor que se
 continuar  ...   asemejaba al adormecimiento de la muerte, al sentir la pre­
 Los años fueron transcurriendo pesadamente, y yo seguí   sión de unos labios sobre los míos.
 viviendo en en el Valle del Césped Multicolor. Pero se había
 producido una segunda transformación. Las flores parecidas   *
 a estrellas envejecieron en los troncos de los árboles y no cre­
 cieron qiás. Y uno por uno, los asfodelos color rubí también   Me encontré en una  cuidad desconocida,  donde todo
 se marchitaron. En su lugar, brotaron de diez en diez, oscu­  podría servir para borrar los dulces sueños que había vivido
 ras violetas parecidas a ojos que se retorcían angustiosamen­  ·n el Valle del Césped Multicolor. La pompa y el fausto de
 te, y se hallaban siempre cargadas de rocío. Y la vida se fue   una corte soberbia, el estrépito de las armas, el hechizo de la
 de nuestros caminos. El alto flamenco ya no desplegó su plu­  mujer, aturdieron mi cerebro. Pero como hasta entonces mi
 maje escarlata, y emprendió el vuelo tristemente, desde el va­  alma se había mostrado fiel a sus juramentos, las señales de
 lle a  la  montaña,  en  compañía  de  los  demás  pájaros   la presencia de Eleonora seguían brotando en las mudas ho­
 maravillosos. Los peces de oro y plata partieron por la estre­  ras de la noche.
               Súbitamente  cesaron  todas  esas  manifestaciones,  y  el
 cha garganta, hacia el extremo más bajo de nuestra heredad,   mundo se oscureció ante mis ojos. Quedé abrumado ante los
 y nunca más embellecieron el río con su presencia. Y la arru­  pensamientos que me aplastaban y las espantosas tentaciones
 lladora melodía, que había sido más dulce que el arpa de Eo­  que me acosaron. Desde un país lejano y desconocido, había
 lo  y más  divina que todas las cosas, excepto la voz de Eleonora,   llegado a la corte del rey a quien yo servía, una doncella cuya
 se fue extinguiendo poco a poco, en murmullos que cada vez   belleza rindió mi corazón desde el primer momento en que la
 se hicieron más débiles, hasta que la corriente volvió a adop­  vi, y ante quien me prosterné sin resistencia, doblegado por
 tar la solemnidad de su profundo silencio. Finalmente, la nu­  la adoración más servil y ardiente. lQué era en realidad mi
 be se alzó, abandonando la cima de las montañas hacia su   pasión  por  la niña del  valle, comparada  con  el delirio y el éxta­
 antigua umbría, y llevándose consigo todas las suntuosas y   sis que ahora exaltaba mi espíritu, que vertía lágrimas a los
 áureas magnificencias, muy lejos del Valle del Césped Multi­  pies de la divina Ermengarde? iOh, qué maravillosa era Er­
 color.     mengarde! En aquel pensamiento no quedaba espacio para
 Aún así, Eleonora no olvidó sus promesas. Yo pude res­  otra mujer. Cuando yo miraba lo más profundo de su ojos,
 pirar el perfume de los incensarios de los ángeles; siempre flo-  sólo pensaba en ellos, y en ella.

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