Page 119 - Narraciones extraordinarias
P. 119

Me casé, sin temor al castigo que había invocado, y éste   EL CUERVO
 no llegó. U na vez, sólo una vez, en el silencio de la noche, pe­
 netrarop por mi celosía los hondos suspiros que me tenían de­
 samparado, y que modularon en familiar y dulce voz:
 -Duerme en paz. El espíritu del Amor reina y  o bierna,
 g
 y al entregar tu corazón a una mujer como Ermengarde, que­
 das absuelto, por razones que se te darán a conocer en el Cie­
 lo, de tus juramentos a Eleonora.


            Un día, al término de una lúgubre medianoche,
            en que me hallaba débil, cansado y sumido en tristes
            pensamientos,
            inclinado stobre un raro y antiguo libro de olvidada ciencia,
            cabeceando, semidormido,
            oí de pronto un suave golpe,
            como si silenciosamente golpearan,
            golpearan a la puerta de mi habitación.
            "Es -me dije-, una visita
            que golpea suavemente a la puerta de mi habitación.
            Eso es todo, y nada más".


             ¡Ay, qué claro recuerdo
            de aquel frío diciembre!
            Fantasmas de mortecinas brasas
            reflejadas en el suelo;
            angustioso deseo de un nuevo día;
            rogando en vano a mis libros
            que den un descanso a mi dolor,
            dolor por la pérdida de Leonora, la única,

 116                                  117
   114   115   116   117   118   119   120   121   122   123   124