Page 118 - Narraciones extraordinarias
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Me casé, sin temor al castigo que había invocado, y éste EL CUERVO
no llegó. U na vez, sólo una vez, en el silencio de la noche, pe
netrarop por mi celosía los hondos suspiros que me tenían de
samparado, y que modularon en familiar y dulce voz:
-Duerme en paz. El espíritu del Amor reina y o bierna,
g
y al entregar tu corazón a una mujer como Ermengarde, que
das absuelto, por razones que se te darán a conocer en el Cie
lo, de tus juramentos a Eleonora.
Un día, al término de una lúgubre medianoche,
en que me hallaba débil, cansado y sumido en tristes
pensamientos,
inclinado stobre un raro y antiguo libro de olvidada ciencia,
cabeceando, semidormido,
oí de pronto un suave golpe,
como si silenciosamente golpearan,
golpearan a la puerta de mi habitación.
"Es -me dije-, una visita
que golpea suavemente a la puerta de mi habitación.
Eso es todo, y nada más".
¡Ay, qué claro recuerdo
de aquel frío diciembre!
Fantasmas de mortecinas brasas
reflejadas en el suelo;
angustioso deseo de un nuevo día;
rogando en vano a mis libros
que den un descanso a mi dolor,
dolor por la pérdida de Leonora, la única,
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