Page 54 - Hamlet
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HAMLET.- Lo mismo dirá de tus barbas el barbero. Prosigue. Éste sólo gusta de ver
                  hablar o de oír cuentos de alcahuetas, o si no se duerme. Prosigue con aquello de Hécuba.

                       CÓMICO 1.º.- Pero quien viese, ¡oh! ¡Vista dolorosa!

                                               la mal ceñida Reina...

                       HAMLET.- ¡La mal ceñida Reina!

                       POLONIO.- Eso es bueno, mal ceñida Reina, ¡bueno!

                       CÓMICO 1.º.-  Pero quien viese, ¡oh vista dolorosa!
                   La mal ceñida Reina, el pie desnudo,
                   girar de un lado al otro, amenazando
                   extinguir con sus lágrimas el fuego...
                   En vez de vestidura rozagante
                   cubierto el seno, harto fecundo un día,
                   con las ropas del lecho arrebatadas
                   (ni a más la dio lugar el susto horrible)
                   rasgado un velo en su cabeza, donde
                   antes resplandeció corona augusta...
                   ¡Ay! Quien la viese, a los supremos hados
                   con lengua venenosa execraría.
                   Los Dioses mismos, si a piedad les mueve
                   el linaje mortal, dolor sintieran
                   de verla, cuando al implacable Pirro
                   halló esparciendo en trozos con su espada,
                   del muerto esposo los helados miembros.
                   Lo ve, y exclama con gemido triste,
                   bastante a conturbar allá en su altura
                   las deidades de Olimpo, y los brillantes
                   ojos del cielo humedecer en lloro.

                       POLONIO.- Ved como muda de color y se le han saltado las lágrimas. No, no prosigáis.

                       HAMLET.- Basta ya; presto me dirás lo que falta. Señor mío, es menester hacer que
                  estos cómicos se establezcan, ¿lo entiendes? Y agasajarlos bien. Ellos son, sin duda, el
                  epítome histórico de los siglos, y más te valdrá tener después de muerto un mal epitafio,
                  que una mala reputación entre ellos mientras vivas.

                       POLONIO.- Yo, señor, los trataré conforme a sus méritos.

                       HAMLET.- ¡Qué cabeza ésta! No señor, mucho mejor. Si a los hombres se les hubiese
                  de tratar según merecen, ¿quién escaparía de ser azotado? Trátalos como corresponde a tu
                  nobleza, y a tu propio honor; cuanto menor sea su mérito, mayor será tu bondad.
                  Acompáñalos.
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