Page 258 - Hamlet
P. 258

LAERTES.- ¡Justo castigo!... Él mismo preparó la poción mortal... Olvidémonos de
                  todo, generoso Hamlet y... ¡Oh! ¡No caiga sobre ti la muerte de mi padre y la mía, ni sobre
                  mí la tuya!

                       HAMLET.- El Cielo te perdone... Ya voy a seguirte. Yo muero, Horacio... Adiós, Reina
                  infeliz... Vosotros que asistís pálidos y mudos con el temor a este suceso terrible... Si yo
                  tuviera tiempo. La muerte es un ministro inexorable que no dilata la ejecución... Yo pudiera
                  deciros... pero, no es posible. Horacio, yo muero. Tú, que vivirás, refiere la verdad y los
                  motivos de mi conducta, a quien los ignora.

                       HORACIO.- ¿Vivir? No lo creáis. Yo tengo alma Romana, y aún ha quedado aquí parte
                  del tósigo.

                       HAMLET.- Dame esa copa... presto... por Dios te lo pido. ¡Oh! ¡Querido Horacio! Si
                  esto permanece oculto, ¡qué manchada reputación dejaré después de mi muerte! Si alguna
                  vez me diste lugar en tu corazón, retarda un poco esa felicidad que apeteces; alarga por
                  algún tiempo la fatigosa vida en este mundo llena de miserias, y divulga por él mi historia...
                  ¿Qué estrépito militar es éste?






                  Escena X




                  HAMLET, HORACIO, ENRIQUE, UN CABALLERO y acompañamiento.




                       CABALLERO.- El joven Fortimbrás que vuelve vencedor de Polonia, saluda con la
                  salva marcial que oís a los Embajadores de Inglaterra.

                       HAMLET.- Yo expiro, Horacio, la activa ponzoña sofoca ya mi aliento... No puedo
                  vivir para saber nuevas de Inglaterra; pero me atrevo a anunciar que Fortimbrás será
                  elegido por aquella nación. Yo, moribundo, le doy mi voto... Díselo tú, e infórmale de
                  cuanto acaba de ocurrir... ¡Oh!... Para mí solo queda ya... silencio eterno.

                       HORACIO.- En fin, ¡se rompe ese gran corazón! Adiós, adiós, amado Príncipe. ¡Los
                  coros angélicos te acompañen al celeste descanso!... Pero, ¿cómo se acerca hasta aquí el
                  estruendo de tambores?
   253   254   255   256   257   258   259   260   261   262   263