Page 109 - Hamlet
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llaman, dedos de muerto. Llegada que fue, se quitó la guirnalda, y queriendo subir a
                  suspenderla de los pendientes ramos; se troncha un vástago envidioso, y caen al torrente
                  fatal, ella y todos sus adornos rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato
                  sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas
                  antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento. Pero
                  no era posible que así durarse por mucho espacio. Las vestiduras, pesadas ya con el agua
                  que absorbían la arrebataron a la infeliz; interrumpiendo su canto dulcísimo, la muerte,
                  llena de angustias.

                       LAERTES.- ¿Qué en fin se ahogó? ¡Mísero!

                       GERTRUDIS.- Sí, se ahogó, se ahogó.

                       LAERTES.- ¡Desdichada Ofelia! Demasiada agua tienes ya, por eso quisiera reprimir la
                  de mis ojos... Bien que a pesar de todos nuestros esfuerzos, imperiosa la naturaleza sigue su
                  costumbre, por más que el valor se avergüence. Pero, luego que este llanto se vierta, nada
                  quedará en mí de femenil ni de cobarde... Adiós señores... Mis palabras de fuego arderían
                  en llamas, si no las apagasen estas lágrimas imprudentes.

                       CLAUDIO.- Sigámosle, Gertrudis, que después de haberme costado tanto aplacar su
                  cólera, temo ahora que esta desgracia no la irrite otra vez. Conviene seguirle.







                  Acto V





                  Escena I




                  SEPULTURERO 1.º SEPULTURERO 2.º




                  Cementerio contiguo a una iglesia.
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