Page 106 - Hamlet
P. 106

Escena XXI




                  CLAUDIO, LAERTES




                  Gabinete del Rey.

                       CLAUDIO.- Sin duda tu rectitud aprobará ya mi descargo y me darás lugar en el
                  corazón como a tu amigo; después que has oído, con pruebas evidentes, que el matador de
                  tu noble padre, conspiraba contra mi vida.

                       LAERTES.- Claramente se manifiesta... Pero, decidme ¿por qué no procedéis contra
                  excesos tan graves y culpables? Cuando vuestra prudencia, vuestra grandeza, vuestra propia
                  seguridad, todas las consideraciones juntas deberían excitaros tan particularmente a
                  reprimirlos.

                       CLAUDIO.- Por dos razones, que aunque tal vez las juzgarás débiles; para mí han sido
                  muy poderosas. Una es, que la Reina su madre vive pendiente casi de sus miradas, y al
                  mismo tiempo (sea desgracia o felicidad mía) tan estrechamente unió el amor mi vida y mi
                  alma a la de mi esposa, que así como los astros no se mueven sino dentro de su propia
                  esfera, así en mí no hay movimiento alguno que no dependa de su voluntad. La otra razón
                  por que no puedo proceder contra el agresor públicamente es el grande cariño que le tiene
                  el pueblo, el cual, como la fuente cuyas aguas mudan los troncos en piedras, bañando en su
                  afecto las faltas del Príncipe, convierte en gracias todos sus yerros. Mis flechas no pueden
                  con tal violencia dispararse, que resistan a huracán tan fuerte; y sin tocar el punto a que las
                  dirija, se volverán otra vez al arco.

                       LAERTES.- Seguiré en todo vuestras ideas, y mucho más si disponéis que yo sea el
                  instrumento que las ejecute.

                       CLAUDIO.- Todo sucede bien... Desde que te fuiste se ha hablado mucho de ti delante
                  de Hamlet, por una habilidad en que dicen que sobresales. Las demás que tienes no
                  movieron tanto su envidia como ésta sola; que en mi opinión ocupa el último lugar.

                       LAERTES.- ¿Y qué habilidad es, señor?

                       CLAUDIO.- No es más que un lazo en el sombrero de la juventud; pero que la es muy
                  necesario, puesto que así son propios de la juventud los adornos ligeros y alegres, como de
                  la edad madura las ropas y pieles que se viste, por abrigo y decencia... Dos meses ha que
                  estuvo aquí un caballero de Normandía... Yo conozco a los franceses muy bien, he militado
                  contra ellos, y son por cierto buenos jinetes; pero el galán de quien hablo era un prodigio en
                  esto. Parecía haber nacido sobre la silla, y hacía ejecutar al caballo tan admirables
   101   102   103   104   105   106   107   108   109   110   111