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MODELO XVZ-91
Que no. Que a nadie le llamará —particularmente— la atención. Que ni la
directora, ni la vice, ni los maestros de la prestigiosa escuela "INTER-EDUCA"
van a advertir algo especial en ese nuevo alumno que mañana ha de incorporarse
a uno de los grados, a mitad del ciclo primario.
Tampoco tendrán ningún motivo para inquietarse, para observar a ese niño
con dedicación preferencial.
En apariencia, Jarpo es una criatura como todas. ¿Por qué habría de
concitar —entonces— otro interés que no sea el que despiertan los demás
alumnos?
Además, ubicada como está la escuela en la zona de embajadas,
consulados y residencias de diplomáticos destacados en la República de Burgala,
es común que muchos niños ingresen a sus aulas en cualquier etapa del período
lectivo y —también— que lo abandonen antes de concluirlo.
Se trata de hijos de personal diplomático proveniente de todo el mundo y
de estadía transitoria en Burgala. Se trasladan con sus padres de uno a otro país, a
donde aquéllos sean destinados por sus respectivos gobiernos.
Al pequeño Jarpo lo inscriben como uno más de ellos.
Jarpo llega a su nueva escuela en uno de los buses que recorre la zona en
busca de los alumnos. Durante el trayecto no ha hablado con sus compañeros,
salvo el "Buenos días" de rigor, al subir al vehículo. Él no conoce a nadie —
todavía— y es lógico que sienta bastante timidez.
Sentadas en el primer asiento —del lado opuesto al conductor— están
Zelda y Nuria, amigas inseparables. Ambas han sentido un cosquilleo de
emoción no bien Jarpo subió al vehículo, pasando a su lado, tan cerquita de ellas
y mirándolas de reojo.
Zelda es la primera en reaccionar. Codea a Nuria para susurrarle:
—¿Lo viste? Mmm... ¡Qué rico!
Nuria asiente y murmura:
—Sí... pero antipático,— apenas si saludó.
Zelda saca un espejito. Lo coloca entre medio de ambas y así —una vez
cada una— pueden mirar hacia atrás sin ser descubiertas.
Fingen arreglarse los moños, acomodarse el flequillo, sacarse alguna
inexistente pelusita del ojo... La cuestión es usar el improvisado invento del
espejo retrovisor y contemplar al nuevo compañero.
Jarpo se sentó en el último asiento, ése en el que caben cinco o seis
ocupantes y —durante la ida a la escuela— no hace otra cosa que mirar
distraídamente a través de las ventanillas.
Durante las primeras semanas que siguen al día de su ingreso, Jarpo
demuestra buen comportamiento y excelente aplicación al estudio: pareciera que
lo aprende todo sin esfuerzo.
—Este tiene una memoria de elefante o es un verdadero "tragalibros", de
esos que se pasan estudiando en la casa —empiezan a comentar sus compañeros
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