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Sintió  que  la  besaban.  Con  desesperación.  Y  que  aquellos  brazos  la
                  arrastraban  hacia  las  profundidades,  rasguñándola  en  el  brutal  intento  de
                  llevársela consigo.
                         El padre se deshizo de su kajak y nadó hacia el lugar a donde había visto
                  hundirse a su hija.
                         Logró  rescatarla,  después  de  una  pelea  feroz  con  quien  —en  aquellos
                  momentos de horror— le pareció un embravecido animal marino.
                         Cuando llegó a la costa —con su hija a la rastra— la reanimó.
                         Greta ya abría los ojos y volvía a respirar por sus propios medios. Fue en
                  esos  instantes  cuando  el  papá  advirtió  que  su  mujer  no  se  encontraba  en  las
                  inmediaciones.
                         La reposera, la revista, los anteojos de sol, tirados en la arena. De ella,
                  ninguna otra señal.
                         Volvió a la casa, cargando a Greta en brazos. Nadie estaba allí.
                         Angustiadísimo,  tomó  el  teléfono  y  llamó  a  la  policía,  al  servicio  de
                  guardavidas de la playa cercana, al puesto sanitario...
                         No  había  concluido  aún  con  sus  desesperadas  comunicaciones,  cuando
                  una ambulancia se detuvo en la puerta de "La casa viva".
                         De ella bajó Claudia, llorando desconsolada.
                         De ella bajaron una camilla en la que yacía Marvin, inerte.
                         Tres guardavidas y dos enfermeros explicaron:
                         —No; el chico se ahogó después del golpe. Se ahogó porque el golpe lo
                  desmayó. También, tamaña tabla... El impacto fue terrible... Nosotros lo sacamos
                  con la mayor rapidez posible, pero ya no había nada que hacer... Mire qué tabla
                  sólida, aquí está...
                         —¡Esa es la tabla de surf de Marvin, la que perdió el otro día! —gritó la
                  hermana, tan sin consuelo como sus padres.
                         Y los tres se abrazaron y lloraron juntos, hasta casi agotar las lágrimas.
                         Por supuesto, al día siguiente de la tragedia, los Alcobre regresaron a la
                  ciudad.
                         "La casa viva" fue puesta en venta —de inmediato— y por cuarta parte
                  del precio de lo que  —en realidad—valía. Querían deshacerse de ella lo antes
                  posible.
                         Aún  sigue  en  venta,  y  eso  que  transcurrieron  cuatro  años  de  aquel
                  desdichado suceso.
                         Ni siquiera logró alquilarse.
                         Es probable que los rumores en torno de lo ocurrido a la familia Alcobre
                  hayan circulado con rapidez... También...
                         Seguramente, volverá a quedar abandonada —por Juan y Claudia en esta
                  ocasión— tal como cuando ellos la descubrieron había sido abandonada por los
                  Padilla, por los Caride y por los Ayerza. (Claro que los padres de Greta y Marvin
                  ignoraban ese detalle... de lo contrario...).
                         Acaso pasen quince o veinte años hasta que el muchacho  rubio de pelo
                  ondulado y abundante vuelva a tener otra oportunidad.
                         ¿Otra oportunidad de qué?
                         De enamorarse.




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