Page 44 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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Por desgracia la enciclopedia no decía nada acerca de cómo
reconocer el sexo de un polluelo de gaviota.
—Hay que reconocer que tu enciclopedia no nos ha servido de
mucho —se quejó Zorbas.
—¡No admito dudas sobre la eficacia de mi enciclopedia! Todo el
saber está en esos libros —respondió ofendido Sabelotodo.
—Gaviota. Ave marina. ¡Barlovento! El único que puede decirnos
si es macho o hembra es Barlovento —aseguró Secretario.
—Es exactamente lo que iba a maullar yo. ¡Le prohíbo seguir
quitándome los maullidos de la boca! —rezongó Colonello.
Mientras los gatos maullaban, el pollito daba un paseo entre
docenas de aves disecadas. Había mirlos, papagayos, tucanes, pavos
reales, águilas, halcones, que él miraba atemorizado. De pronto, un
animal de ojos rojos y que no estaba disecado le cerró el paso.
—¡Mami! ¡Auxilio! —graznó desesperado.
El primero en llegar junto a él fue Zorbas, y lo hizo a tiempo, pues
en ese preciso momento una rata alargaba las patas delanteras hacia
el cuello del pollito.
Al ver a Zorbas, la rata huyó hasta una grieta abierta en un muro.
—¡Me quería comer! —graznó el pollito pegándose a Zorbas.
—No pensamos en este peligro. Creo que habrá que maullar
seriamente con las ratas —indicó Zorbas.
—De acuerdo. Pero no les hagas muchas concesiones a esas
desvergonzadas —aconsejó Colonello.
Zorbas se acercó hasta la grieta. Su interior estaba muy oscuro,
pero logró ver los ojos rojos de la rata.
—Quiero ver a tu jefe —maulló Zorbas con decisión.
—Yo soy el jefe de las ratas —escuchó que le respondían desde la
oscuridad.
—Si tú eres el jefe, entonces ustedes valen menos que las
cucarachas. Avisa a tu jefe —insistió Zorbas.
Zorbas escuchó que la rata se alejaba. Sus garras hacían chirriar
una tubería por la que se deslizaba. Pasados unos minutos vio
reaparecer sus ojos rojos en la penumbra.
—El jefe te recibirá. En el sótano de las caracolas, detrás del arcón
pirata, hay una entrada —chilló la rata.
Zorbas bajó hasta el sótano indicado. Buscó tras el arcón y vio
que en el muro había un agujero por el que podía pasar. Apartó las
telarañas y se introdujo en el mundo de las ratas. Olía a humedad y a
inmundicia.
—Sigue las cañerías de desagüe —chilló una rata que no pudo
ver.
Obedeció. A medida que avanzaba arrastrando el cuerpo sentía
que su piel se impregnaba de polvo y de basura.
Se adentró en las tinieblas hasta que llegó a una cámara de
alcantarillado apenas iluminada por un débil haz de luz diurna. Zorbas
supuso que estaba debajo de la calle y que el haz de luz se colaba por
la tapa de la alcantarilla. El lugar apestaba, pero era lo
suficientemente alto como para levantarse sobre las cuatro patas. Por
el centro corría un canal de aguas inmundas. Entonces vio al jefe de
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