Page 43 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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                                        El peligro no descansa




























                       Reunidos en el bazar de Harry, los gatos decidieron que el pollito
                  no podía seguir en el piso de Zorbas. Eran muchos los riesgos que
                  corría, y el mayor de todos no era la amenazante presencia de los dos
                  gatos facinerosos, sino el amigo de la familia.
                       —Los humanos son, por desgracia, imprevisibles. Muchas veces
                  con   las   mejores   intenciones   causan   los   peores   daños   —sentenció
                  Colonello.
                       —Así   es.   Pensemos   por   ejemplo   en   Harry,   que   es   un   buen
                  hombre, todo corazón, pero que, como siente un gran cariño por el
                  chimpancé y sabe que le gusta la cerveza, venga, a pasarle botellas
                  cada vez que el mono tiene sed. El pobre Matías es un alcohólico, ha
                  perdido la vergüenza y cada vez que se embriaga le da por entonar
                  unas canciones terribles. ¡Terribles! —maulló Sabelotodo.
                       —¿Y qué decir del daño que hacen intencionadamente? Pensad en
                  la   pobre   gaviota   que   murió   por   culpa   de   la   maldita   manía   de
                  envenenar el mar con su basura —agregó Secretario.
                       Tras   una   corta   deliberación   acordaron   que   Zorbas   y   el   pollito
                  vivirían en el bazar hasta que éste aprendiera a volar. Zorbas iría
                  hasta su piso todas las mañanas para que el humano no se alarmara,
                  y luego volvería a cuidarlo.
                       —No   estaría   mal   que   el   pajarito   tuviera   un   nombre   —sugirió
                  Secretario.
                       —Es   exactamente   lo   que   iba   a   proponer   yo.   Me   temo   que   el
                  quitarme los maullidos de la boca es superior a sus fuerzas —se quejó
                  Colonello.
                       —Estoy de acuerdo. Debe tener un nombre, pero antes hay que
                  saber si es macho o hembra —maulló Zorbas.
                       No bien había terminado de maullar y ya Sabelotodo había botado
                  del   estante   un   tomo   de   la   enciclopedia:   el   volumen   veinte,
                  correspondiente a la letra «S», y pasaba páginas buscando la palabra
                  «sexo».



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