Page 37 - Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar - 6° - Septiembre
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—Mire, compadre. El gordito está haciendo gimnasia rítmica. Con
ese cuerpo cualquiera es bailarín —maulló uno.
—Yo creo que está practicando aerobic. Qué gordito tan rico. Qué
grácil. Qué estilo tiene. Oye, bola de grasa, ¿te vas a presentar a un
concurso de belleza? —maulló el otro.
Los dos facinerosos reían, seguros al otro lado del patio.
De buena gana Zorbas les hubiera hecho probar el filo de sus
garras, pero estaban lejos, de tal manera que volvió hacia el
hambriento con su botín de insectos.
El pollito devoró las cinco moscas pero se negó a probar la araña.
Satisfecho, hipó y se encogió, muy pegado al vientre de Zorbas.
—Tengo sueño, mami —graznó.
—Oye, lo siento, pero yo no soy tu mami —maulló Zorbas.
—Claro que eres mi mami. Y eres una mami muy buena —repuso
cerrando los ojos.
Cuando Colonello, Secretario y Sabelotodo llegaron, encontraron
al pollito dormido junto a Zorbas.
—¡Felicidades! Es un pollo muy bonito. ¿Cuánto pesó al nacer? —
preguntó Sabelotodo.
—¿Qué pregunta es ésa? ¡Yo no soy la madre de este pollo! —se
desentendió Zorbas.
—Es lo que siempre se pregunta en estos casos. No lo tomes a
mal. En efecto, se trata de un pollo muy bonito —preguntó Colonello.
—¡Qué terrible! ¡Terrible! —exclamó Sabelotodo llevándose las
patas delanteras a la boca.
—¿Podrías decirnos qué es tan terrible? —consultó Colonello.
—El pollito no tiene nada de comer. ¡Es terrible! ¡Terrible! —
insistió Sabelotodo.
—Tienes razón. Tuve que darle unas moscas y creo que muy
pronto querrá comer de nuevo —reconoció Zorbas.
—Secretario, ¿qué espera? —preguntó Colonello.
—Disculpe, señor, pero no lo sigo —se excusó Secretario.
—Corra al restaurante y regrese con una sardina —ordenó
Colonello.
—¿Y por qué yo, eh? ¿Por qué tengo que ser siempre el gato de
los mandados, eh? Que me moje el rabo con bencina, que vaya a
buscar una sardina. ¿Por qué siempre yo, eh? —protestó Secretario.
—Porque esta noche, señor mío, cenaremos calamares a la
romana. ¿No le parece una buena razón? —indicó Colonello.
—Pues el rabo todavía me apesta a bencina... ¿dijo usted
calamares a la romana...? —preguntó Secretario antes de trepar al
cubo.
—Mami, ¿quiénes son éstos? —graznó el pollito señalando a los
gatos.
—¡Mami! ¡Te ha dicho mami! ¡Qué terriblemente tierno! —alcanzó
a exclamar Sabelotodo, antes de que la mirada de Zorbas le
aconsejara cerrar la boca.
—Bueno, caro amico, has cumplido la primera promesa, estás
cumpliendo la segunda y sólo te queda la tercera —declaró Colonello.
—La más fácil: enseñarle a volar —maulló Zorbas con ironía.
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