Page 63 - El club de los que sobran
P. 63
presencia. Pablo lanzó un suspiro de agobio y puso los ojos en blanco, como diciendo
«con qué manga de perdedores me estoy juntando».
—Muy bien. Entonces vamos a ir a buscarlo —ordenó la Dominga.
—¡Sí! —exclamó Chupete. Luego estiró su brazo y puso la palma de su mano mirando
hacia el suelo, esperando que nos uniéramos y lanzáramos nuestro grito de guerra a los
cuatro vientos.
—Qué gordo más patético —dijo Pablo.
Chupete guardó su mano en el pantalón. La Dominga le cerró el ojo en señal de «todo
está cool, Chupetín», y él sonrió. Qué gordo más patético, pensé yo.
Los cuatro tipos más raros del universo, finalmente nos sentamos en la azotea.
Trajimos unas cajas que ocupamos de sillas, y la Dominga explicó la situación.
—Vamos viendo. Anoche vieron al Chuña, un hombre al que todos quisimos y que se
suponía estaba muerto.
—¿Pudieron hablar con él? —dije.
—No —respondió ella—. Pero según Old School, estaba como drogado.
—Yo creía que le hacía al copete no más —dijo Chupete.
—Qué tarado —exclamó Pablo, a punto de perder la calma (eso en caso de si alguna
vez la tuvo). La Dominga le puso la mano en su brazo para tranquilizarlo y le explicó a
Chupete como si este tuviera cuatro años
—Creemos que al Chuña lo drogaron, ¿me entendés?
Chupete asintió, pero me di cuenta de que no entendía nada. Entonces decidí hacerme
el cool y avanzar un par de lugares en el ¿Quién quiere ser millonario? (y quedarme con
la más linda).
—La pregunta sería… ¿por qué alguien querría drogar a un tipo que aparentemente no
le hace mal a nadie?
—Exacto —dijo la Dominga.
¡Sí! Gabriel 1, el resto 0. Se produjo un silencio tan absoluto que me sentí como esos
niños que se sientan en primera fila y responden toooodas las preguntas de los profesores.
Es verdad que uno odia a ese tipo de niños, pero al menos en ese momento estuve
contento de ser el mateo del curso. Decidí continuar con mi súper desempeño, y entonces
miré a mi hermano.
—Vamos viendo. Tú, Pablo, ¿alguna vez el Chuña te contó si tenía algún enemigo?
—¿Por qué tengo que responderte a ti?
—Vamos, Pablo. Esto es por el bien del Chuña —lo regañó Dominga.
—Mmm, no —dijo Pablo tras unos segundos de recuerdos—. Nunca me dijo nada de
eso.
—¿Y familia? ¿Tenía?
—No… Claro que una vez me dijo algo raro.
—¿Algo como qué? —preguntó Chupete, mitad interesado y mitad asustado por la
respuesta.
—Algo como que nunca confiara en un niño pelado y gordo que se viste como tú —
respondió Pablo. Luego sonrió, pero lo hizo solo. La Dominga se puso seria y él entendió
la señal.
—¿Podés hablar en serio, Pablo?
—Okey, okey. Fue en la Navidad. Yo me había agarrado con mi mamá y decidí ir a
verlo, pasar la noche con él. Por supuesto, estaba borracho. Algunas familias le habían
63