Page 29 - El club de los que sobran
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barrio, que fue al colegio Suizo y que incluso estuvo en la universidad.
—¿Y qué le pasó?
—No lo sé. Nunca se lo pregunté.
—Te dio miedo.
—Sí. Además no me gusta preguntar estupideces.
—¿Desde cuándo dices garabatos?
—Desde que nací.
—Qué chistoso. ¿Y? ¿Lo viste en la morgue?
—No. Cuando llegué a la morgue, me di cuenta de un detalle: no sabía cómo se
llamaba el Chuña.
—¿Y qué hiciste?
—Llamé a la mamá.
—¿No lo buscaste?
—¿Entre todos los muertos?
Se rió. Qué insoportable es Pablo, pensé. Viene a mi pieza para puro molestar.
—Ya —dije con ganas de dormirme. Me di vuelta y me tapé con la sábana. Pero Pablo,
por primera vez mucho tiempo, se quedó sin saber qué hacer. Yo pensé: pobre hermano.
Se siente adulto en un cuerpo de niño.
Tras un minuto de silencio, se puso de pie, avanzó hacia la puerta y la abrió. Un
pequeño rayo de la luz de la luna que se colaba por el living alumbró mi mano. Y
entonces me acordé.
—Pablo.
Él se dio vuelta. No dijo una palabra, pero me escuchó atento.
—Ya sé cómo podemos saber el nombre del Chuña.
—¿Cómo?
—¿Estás seguro de que nació en el barrio?
—Sí.
—Entonces conoció al papá —dije esperanzado. Pero Pablo se calló. Esta vez su tono
fue más pesado.
—¿Y?
—Que lo podemos llamar y preguntarle.
—Yo no voy a llamar a ese tipo —dijo seguro de sí mismo.
—¿Por qué?
—Tú sabes muy bien por qué.
—No, no lo sé.
—Porque nos abandonó, Gabriel.
Luego cerró la puerta, pero esta vez yo me puse de pie.
—Espera —le ordené.
Él se quedó en el umbral, mirándome.
—Entonces vamos a ir a ver a otra persona.
—¿Quién?
—El tío Rodolfo, el papá de Chupete.
—¿Y ese loco qué tiene que ver?
—Es nacido y criado en el barrio.
—¿Seguro?
—Oye, Pablo, hay muchas cosas que yo sé y que tú no tienes idea.
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