Page 17 - El club de los que sobran
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que se respiraba. Yo, que conocía el lugar como a la más siniestra de mis pesadillas, hice
un rastreo en busca del enemigo. No tardé mucho en encontrarlo. Pablo, tirado en el
pasto, fumando, relajado pero serio, levantó la cabeza y sonrió. Yo traté de hacer una
mueca, pero no sé si me resultó. Le dije a la Dominga «oye, se nos hace tarde», pero ella
no me escuchó. ¿Dónde miraba? ¿Qué oía? No tengo idea. Lo único que sí sé es que la
teleserie ya se respiraba en el aire, y como dice mi mamá, «no es buena para niños tan
chicos como tú». Mi hermano se puso de pie y avanzó hacia nosotros. Lo hizo
lentamente, como alargando el fusilamiento. Y entonces…
Big Bang.
Dos planetas chocaron y yo me quedé ahí, como astronauta perdido, viendo la gran
explosión.
Pablo y la Dominga. Que ahora son presente. Y yo despidiéndome de mi amiga, mi
primer… ustedes saben, mi primer amor. Que ahora no es nada más que pasado.
Aunque entremedio, muchas cosas ocurrieron.
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