Page 129 - Trece Casos Misteriosos
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adelantaré a buscar la camioneta y la estacionaré
           frente al callejón.
              -No está mal, pero hay que apurarse -dijo
           Felipe, el Panda, mirando el reloj-; estamos con
           el tiempo justo antes de que el cuidador se reponga
           de mi caricia.
              Obraron con rapidez. Luego de al gun as dificul­
           tades -como desprender las aristas de metal que
           se enganchaban en los cortinajes y decidir quién sa­
           lía a recibir la estatua y quién.ayudaba al Rambo a
           sostenerla mientras él se encaramaba al alféizar-,
           con una exclamación de triunfo lograron deposi­
           tarla en la acera. El precioso botín ya era de ellos.
              -Rambo, sácate el abrigo y cúbrela; no quiero
           que se moje. Yo voy por la camioneta -dijo el
           Artista y se encaminó hacia la esquina.
              En ese momento, cuatro figuras -dos mujeres
           y dos hombres- le cortaron el paso con un seco
           "manos arriba". Los hombres lo encañonaron con
           pistolas.
              -Maldición -gruñó el Artista, retrocediendo.
           Pero las cuatro figuras, que no eran sino policías
           disfrazados de transeúntes madrugadores, ya
           estaban junto a ellos y los esposaron.
              Sin embargo, a uno lo dejaron libre. Solo a uno,
           y le dijeron:
              -¡Bien hecho!


              La pre gun ta para los astutos detectives es la si­
           guiente: ¿Cuál de los tres ladrones estaba de acuer­
           do con la policía?



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