Page 127 - Trece Casos Misteriosos
P. 127

viento. La noche estaba húmeda y Jaime, el Artis­  -Ahí -respondió Jaime, el Artista, con gesto
 ta, miró el cielo con preocupación.   seguro. Y sacando la linterna de su bolsillo iluminó
 -¿A qué hora saldrá el viejo a buscar el perió­  de arriba hacia abajo, y luego de abajo hacia arriba,
 dico? -preguntó el Panda, impaciente.   la codiciada figura -¡Qué belleza! -murmuró.
 -Ya está por salir; apronta el golpe de karate  El Panda se encogió de hombros ante la vista
 -respondió el Artista en un susurro.  de esas láminas de metal entrecruzadas.
 Los tres se agazaparon en el pórtico, tras una  -La única belleza es el dinero que obtendre­
 columna. A los pocos segundos se escucharon unos   mos por ella -observó con una risita.
 pasos. La pesada puerta de entrada se abrió y apa­  -Ustedes no entienden nada: actúen y no
 reció un viejo con uniforme de guardián que, al   hablen. ¡Ya, Rambo, saca la estatua mientras yo
 ver el periódico sobre las baldosas de la entrada,   vigilo la salida! -dijo el Artista, caminando hacia
 se agachó a recogerlo. En ese momento, un golpe   la puerta de calle.
 seco en la nuca lo hizo caer al suelo, inconsciente.   A los pocos minutos, mientras el Rambo equi­
 -Ni se quejó -masculló el Rambo.  libraba la pesada estatua sobre sus hombros, el
 -Bien, Panda-aprobó el Artista-. ¿Cuánto  Artista regresó con expresión de rabia:
 tiempo tendremos durmiendo al abuelo?   -¡Maldición! Unos estúpidos madrugadores
 -Lo suficiente como para que operemos tran­  se han refugiado de la lluvia bajo el alero de la
 quilos -respondió el karateca, restregando sus   casa.  ¿ Cómo haremos ahora para salir sin ser
 manos.     vistos? -pateó el suelo, furioso.
 E l   Rambo levantó fácilmente  al  cuidador   El Panda hizo un gesto de fastidio y miró el
 con sus brazos poderosos y  se lo echó sobre   techo como buscando una solución. Entonces
 los hombros, como si fuera un almohadón de   el Rambo, con la estatua firme en su hombro,
 plumas. Luego, entró en la casa, seguido por sus   exclamó:
 compañeros. El Panda cerró la puerta tras ellos.   -Ya sé. Miren esa ventana que da a la calle
 -Déjalo por ahí y manos a la estatua ... -apu­  lateral. ¡Salgamos por allí! No será difícil para mí
 ró el Artista. Los tres se dirigieron al fondo de la   sacar a esta señora, y no creo que a las dos parejas
 enorme sala. El Panda, un poco nervioso, miraba   que se protegen de la lluvia se les ocurra venir a
 hacia todos lados mientras caminaba entre los ob­  pasear por este lado.
 jetos en exhibición.   -¡Buena idea, Rambo! No eres solo músculos
 -¿Dónde está la Mujer sentada?-preguntó el  -aprobó el Artista, golpeando un puño contra la

 Rambo.     palma de la otra mano-. Una vez afuera, yo me



 124                                                     125
   122   123   124   125   126   127   128   129   130   131   132