Page 121 - Trece Casos Misteriosos
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-Eh, eh, eh -vacilaba García Gómez; fruncía  Se acercaron, cautelosos, y buscaron entre las
 el ceño, pensativo-.  ¿Qué  era lo que querían   matas. Doña Doralisa no se preocupaba ya mucho
 saber? -preguntó por fin.   de su jardín. Por eso es que, entre latas de pintura
 -Es que ha desaparecido Tutankamón y doña  vacías, cajas de cartón, pedazos de manguera y otras
 Doralisa está que se muere.   tant s cosas, Tutankamón, con una gran protube­
                  �
 -Eh, eh. Que se muere, que se muere, ¿qué se  rancia en la cabeza, los miraba con ojos suplicantes.
 muere? -el escritor tenía la mirada vaga y en un   -Caso cerrado-dijo Josefa a la grabadora.
 momento cerró los ojos.  Cuando los abrió parecía   -Resulta obvio -añadió Diego, como si siem-
 iluminado-: "¿Qué se muere? La muchacha miró   pre lo hubiera sabido.
 tras su hombro y allí estaba: era la sombra del pe­
 regrino". ¡Eso era! ¡Eso era! ¡Eso era! -y luego de
 repetir otra vez la misma frase, se sentó frente a la
 máquina de escribir y comenzó a teclear como si
 sus manos tuvieran alas, olvidándose de los niños.
 Diego y Josefa se codearon y salieron en punti-
 llas de la casa.
 -Sospechoso número cuatro -dijo la niña.
 -¿Por qué?-inquirió Diego.
 -Porque todos son culpables hasta que no prue-
 ban su inocencia. Me extraña tu pregunta, Hércules
 Poirot ----ontestó su hermana, con aire suficiente.
 -Bueno, y ahora ¿qué hacemos? -preguntó  ���
 Diego, algo picado.   7,,-,:
 -Primero iremos a ver a doña Doralisa, por si  --- - ::
 se ha muerto -Josefa ya había tomado las riendas   ..  -  -  -=--
                  ..,: -
 del caso del gato perdido-. Si está viva, la tranqui­  -  �(
 lizaremos y luego iremos a nuestra casa a procesar   'fl�
 la información.
 Cuando abrían la reja del jardín de la anciana,
 unos gemidos ahogados tras una frondosa planta
 de nardos llamaron su atención.


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