Page 145 - Quique Hache Detective
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fondo cuando se detienen en las esquinas, así   no le puedo escuchar. La juventud no respeta
 los motores no resisten.   a la gente de edad.  Un arquero, eso es lo que
 Charo  nos  miró  convencida  de  que   usted  busca.  Debió  haber  hablado  antes,  se
 perdíamos  el tiempo  hablando  con don  Rei­  refería al arquero Cacho Ramírez.
 naldo. Lo intentó otra vez.   Charo miró al cielo y sopló todo el ai­
 -Cacho Ramírez -dijo subiendo el vo-  re de sus pulmones.
 lumen.           -¿Entonces sí lo conoce? ¿Sí existió un
 -Ahora sí que la sintonizo, señorita, la  arquero llamado Cacho Ramírez?
 escuché,  no tiene para qué gritar.  Usted bus­  -Claro que existió. Yo nunca lo cono­
 ca  a  Cacho  Ramírez.  Podía  haberlo  dicho   cí  y  es difícil que lo conozca alguien porque
 desde un  principio.  Estoy  sordo,  pero  no es   está muerto hace cincuenta años.
 porque quiera,  sino de viejo.   -¿Muerto?
 -¿Lo conoce entonces?  -preguntó ilu­  -Ahora usted es la sorda. Cacho Ramí-
 sionada  y  feliz.  Cuando  Charo  parecía  con­  rez  fue  un  famoso  arquero  de  fútbol  de los
 tenta se le iluminaba de voltios  la  cara  y  yo   años  30,  uno de los grandes arqueros,  como
 temblaba de gusto.   Livingstone, a quien le decían «el Sapo», aun­
 -Claro que  no conozco  a ningún Ca­  que  a  mí  ese  sobrenombre  no  me  gustaba.
 cho Ramírez de San José.  Le puedo asegurar   Ramírez, del que hablamos, le decían simple­
 que en este pueblo, donde nací, me crié y voy   mente Cacho Ramírez. Jugó primero en Ma­
 a morir,  nunca existió alguien con ese nom­  gallanes  y  luego  en  Colo  Colo,  con  gente
 bre tan feo.   como David Arellano, a quien todos querían.
 -Pero  eso no  es  posible.  Era  arquero,  -A mí ese Cacho Ramírez no me sirve.
 un buen arquero antes de irse a Santiago.   -Usted preguntó,  yo respondo,  para eso
 -Por  aquí  pasan  muchos  arrieros,  es  vengo aquí a la plaza, a estrenar mis gafas nuevas,
 imposible saber los nombres.   a calentar los huesos y a responder preguntas.
 -Arquero,  no  arriero  -gritó  Charo  Y  -Entonces -se resignó Charo definiti­
 nosotros nos apretamos temerosos.   vamente-,  ¿nunca ha existido un  Cacho  Ra­
 -Le repito, señorita, si me sigue gritando  mírez en San José?


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