Page 137 - Quique Hache Detective
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los mismos gatos la habían atacado y devora­
          do,  como en una película que vi  en  el cable
          una noche. Entonces, desde atrás, escuchamos
          un «adelante». Rodeamos la casa por un cami­
          nito. En el patio encontramos a la tía Solícita,
 25       sentada en un sillón de mimbre con almoha­
          dones, rodeada de más gatos. Enseguida reco­
          noció a Charo y nos hizo sentarnos alrededor
 Nos dirigimos en el  camión de en­  de su sillón. Hasta allí llegaba un rayo de sol,

 comiendas  hacia  el  oriente  de  la  ciudad.  De  entremedio  de  los  árboles y  de  las telarañas.
 pronto, la calle se hizo de subida, la cordillera  Era una mujer vieja la tía Solícita. Dijo:
 se veía cada vez más cercana, como una mura­  -Me vengo a sentar aquí en las maña­
 lla  gigante.  Preferimos  detenernos y  subir ca­  nas para calentar los huesos.
 minando las  últimas cuadras. Todavía el calor  Todos  asentimos  encontrándole  la  ra­
 de la mañana era inofensivo y no nos molestó  zón. Charo se encargó de llevar la conversación.
 caminar.  Habíamos  seguido  por  avenida  La­  -Queríamos saber de Cacho,  su sobri­
 rraín hasta que terminaba a los pies de la mon­  no, necesitamos hablar urgentemente con él.
 taña.  Pasamos un parque municipal.  Un poco  -¿Cachito?  -dijo  ella-,  qué  excelente
 más arriba nos detuvimos al frente de una ca­  me salió mi sobrino, ni parecido al resto de la
 sa vieja y oscura, como de mansión del horror,  familia,  incluso ni parecido a mi propio hijo
 que contrastaba con las otras casas bonitas de  que nunca viene a visitarme.  Me dejaron  en
 los alrededores. En el patio, entre los árboles y  esta casa sabiendo que no puedo bajar el ce­
 vegetación que nadie cuidaba, vimos a muchos  rro. Tengo una vecina que me compra todo,
 gatos que se paseaban como los dueños del lu­  pero imagínense, el día de mañana me enfer­
 gar.  Charo abrió la reja del antejardín y la se­  mo y hasta ahí nomás llego.
 guimos.  Golpeamos  la  puerta,  pero  no  hubo  -Perdido  está  su  sobrino,  nadie  sabe
 respuesta. Por un momento pensé que encon­  de él -dijo Charo.
 traríamos muerta a la tía Solícita. Imaginé que  -Así  es  Cachito,  muy  poeta  para  sus


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