Page 136 - Quique Hache Detective
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los mismos gatos la habían atacado y devora­
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                                                                              una noche. Entonces, desde atrás, escuchamos
                                                                              un «adelante». Rodeamos la casa por un cami­
                                                                              nito. En el patio encontramos a la tía Solícita,
                                     25                                       sentada en un sillón de mimbre con almoha­
                                                                              dones, rodeada de más gatos. Enseguida reco­
                                                                              noció a Charo y nos hizo sentarnos alrededor
                     Nos dirigimos en el  camión de en­                       de su sillón. Hasta allí llegaba un rayo de sol,

             comiendas  hacia  el  oriente  de  la  ciudad.  De               entremedio  de  los  árboles y  de  las telarañas.
             pronto, la calle se hizo de subida, la cordillera                Era una mujer vieja la tía Solícita. Dijo:
             se veía cada vez más cercana, como una mura­                            -Me vengo a sentar aquí en las maña­
             lla  gigante.  Preferimos  detenernos y  subir ca­               nas para calentar los huesos.
              minando las  últimas cuadras. Todavía el calor                         Todos  asentimos  encontrándole  la  ra­
              de la mañana era inofensivo y no nos molestó                    zón. Charo se encargó de llevar la conversación.
              caminar.  Habíamos  seguido  por  avenida  La­                         -Queríamos saber de Cacho,  su sobri­
              rraín hasta que terminaba a los pies de la mon­                 no, necesitamos hablar urgentemente con él.
              taña.  Pasamos un parque municipal.  Un poco                           -¿Cachito?  -dijo  ella-,  qué  excelente
              más arriba nos detuvimos al frente de una ca­                   me salió mi sobrino, ni parecido al resto de la
              sa vieja y oscura, como de mansión del horror,                  familia,  incluso ni parecido a mi propio hijo
              que contrastaba con las otras casas bonitas de                  que nunca viene a visitarme.  Me dejaron  en
              los alrededores. En el patio, entre los árboles y               esta casa sabiendo que no puedo bajar el ce­
              vegetación que nadie cuidaba, vimos a muchos                    rro. Tengo una vecina que me compra todo,
              gatos que se paseaban como los dueños del lu­                   pero imagínense, el día de mañana me enfer­
              gar.  Charo abrió la reja del antejardín y la se­               mo y hasta ahí nomás llego.
              guimos.  Golpeamos  la  puerta,  pero  no  hubo                        -Perdido  está  su  sobrino,  nadie  sabe
              respuesta. Por un momento pensé que encon­                      de él -dijo Charo.
              traríamos muerta a la tía Solícita. Imaginé que                        -Así  es  Cachito,  muy  poeta  para  sus


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