Page 123 - Quique Hache Detective
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-¿Escuchaste?  Suena  como  si  alguien  -Agárrense que nos vamos.
 golpeara con el canto del Ferro -dijo ella.   Charo y yo, instintivamente, nos arro­
 -¿Qué canto?  jamos  al piso.  El  camión  dio  un  salto  hacia
 -«Dale  Ferro,  pero  dale  Quilín» -en-  adelante, las ruedas patinaron y quemaron el
 tonó ella.   suelo  de cemento.  Aceleramos sólo  unos  se­
 Tenía  razón,  los  golpecitos  sonaban   gundos y enseguida nos estrellamos contra el
 iguales. Charo se alegró y dijo:   portón metálico. El ruido fue tremendo y pa­
 -León.  ¿Cómo  habrá  llegado  hasta  reció  que  quedábamos  detenidos,  pero  sólo
 aquí?    fue un momento. La puerta saltó por el aire y
 -Quedamos de encontrarnos -respon­  cayó  hacia  adelante.  Con  Charo  rebotamos
 dí orgulloso de tener algo que ver.   como  carga.  El  camión  aceleró.  Alejándose
 Volvimos a escuchar los golpes sobre la   escuchamos varios disparos y los últimos gri­
 carrocería del camión.  Charo se arrastró has­  tos.  Luego,  nada  más  que  el  motor  del  ca­
 ta uno de los costados y con los dedos repitió   mión. En la cabina León silbaba una canción
 lo mismo: «Dale Ferro, pero dale Quilín». Es­  del grupo Queen sobre campeones,  campeo­
 peramos  en silencio.  Un  minuto después se   nes mundiales.
 abrió la puerta de la cabina y se cerró ensegui­
 da. Alguien, debía ser León, dio vuelta la lla­
 ve  de  contacto  del  motor,  que  se  negó  al
 principio a arrancar.  En la carrocería nos le­
 vantamos  con  dificultad.  En  ese  momento
 también  oímos  los  carrerones  desde  el  inte­
 rior de la bodega, los gritos y silbatos de los
 empleados  y  del  guardia.  El  motor  del  ca­
 mión por fin arrancó con un ruido potente.
 Pasaron el cambio y el camión pareció que se
 desinflaba al  desengancharse.  Escuchamos la
 voz de León que gritaba hacia atrás:


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