Page 94 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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XVI LO QUE SUCEDIO CON LAS ESTATUAS
—¡Qué lugar tan extraordinario —gritó Lucía—. Todos estos animales de
piedra... y gente también. Es..., es como un museo.
—¡Cállate! —le dijo Susana—. Aslan está haciendo algo.
En efecto, él había saltado hacia el león de piedra y sopló sobre él. Sin
esperar un instante, giró violentamente —casi como si fuera un gato que caza
su cola— y sopló también sobre el enano de piedra, el cual (como ustedes
recuerdan) estaba parado a pocos metros del león, de espaldas a él. Luego se
volvió con igual rapidez a la derecha para enfrentarse con un conejo de piedra
y corrió de inmediato hacia dos centauros. En ese momento, Lucía dijo:
—¡Oh, Susana! ¡Mira! ¡Mira al león!
Supongo que ustedes habrán visto a alguien acercar un fósforo encendido
a un extremo de un periódico y, luego, colocarlo sobre el enrejado de una
chimenea apagada. Por un segundo parece que no ha sucedido nada, pero de
pronto ustedes advierten una pequeña llama crepitante que recorre todo el
borde del periódico. Lo que sucedió ahora fue algo similar: un segundo después
de que Aslan sopló sobre el león de piedra, éste se veía aún igual que antes.
Pero luego un pequeño rayo de oro comenzó a correr a lo largo de su blanco y
marmóreo lomo..., el rayo se esparció..., el color dorado recorrió
completamente su cuerpo, como la llama lame todo un pedazo de papel... y,
mientras sus patas traseras eran todavía de piedra, el león agitó su melena y
toda la pesada y pétrea envoltura se transformó en ondas de pelo vivo.
Entonces, en un prodigioso bostezo, abrió una gran boca roja y vigorosa... y
luego sus patas traseras también volvieron a vivir. Levantó una de ellas y se
rascó. En ese momento divisó a Aslan y se abalanzó sobre él, saltando de alegría
y, con un sollozo de felicidad, le dio lengüetazos en la cara.
Las niñas lo siguieron con la vista, pero el espectáculo que se presentó
ante sus ojos fue tan portentoso que olvidaron al león. Las estatuas cobraban
vida por doquier. El patio ya no parecía un museo, sino más bien un zoo. Las
criaturas más increíbles corrían detrás de Aslan y bailaban a su alrededor, hasta
que él casi desapareció en medio de la multitud. En lugar de un blanco de
muerte, el patio era ahora una llamarada de colores: el lustroso color castaña de
los centauros; el azul índigo de los unicornios; los deslumbrantes plumajes de
las aves; el café rojizo de zorros, perros y sátiros; el amarillo de los calcetines y
el carmesí de las capuchas de los enanos. Y las niñas-abedul en el color de la
plata, las niñas-haya en un fresco y transparente verde, las niñas-alerce en un
verde tan brillante que era casi un amarillo...
Y en vez del antiguo silencio de muerte, el lugar entero retumbaba con el