Page 95 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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sonido de felices rugidos, rebuznos, gañidos, ladridos, chillidos, arrullos,
relinchos, pataleos, aclamaciones, hurras, canciones y risas.
—¡Oh! —exclamó Susana en un tono diferente—. ¡Mira! Me pregunto...,
quiero decir, ¿no será peligroso?
Lucía miró y vio que Aslan acababa de soplar en el pie del gigante de
piedra.
—No teman, todo está bien —dijo Aslan alegremente—. Una vez que las
piernas le funcionen, todo el resto de él lo seguirá.
—No era eso exactamente lo que yo quería decir —susurró Susana al oído
de Lucía. Pero ya era muy tarde para hacer algo; ni siquiera si Aslan la hubiera
escuchado. El rayo ya trepaba por las piernas del Gigante. Ahora movía sus
pies. Un momento más tarde, levantó la porra que apoyaba en uno de sus
hombros y se restregó los ojos.
—¡Bendito de mí! Debo haber estado durmiendo. Y ahora, ¿dónde se
encuentra esa pequeña Bruja horrible que corría por el suelo? Estaba en alguna
parte..., justo a mis pies.
Cuando todos le gritaron para explicarle lo que realmente había sucedido,
el Gigante puso su mano en el oído y les hizo repetir todo de nuevo hasta que
al fin entendió; entonces se agachó y su cabeza quedó a la altura de un almiar.
Llevó la mano a su gorro repetidamente ante Aslan, con una sonrisa radiante
que llenaba toda su fea y honesta cara (los gigantes de cualquier tipo son ahora
tan escasos en Inglaterra y más aún aquellos de buen carácter, que les apuesto
diez a uno a que ustedes jamás han visto un gigante con una sonrisa radiante en
su rostro. Es un espectáculo que bien vale la pena contemplar).
—¡Ahora! ¡Entremos en la casa! —dijo Aslan—. ¡Dense prisa, todos!
¡Arriba, abajo y en la cámara de mi señora! No dejen ningún rincón sin
escudriñar. Nunca se sabe dónde puede haberse ocultado a un pobre
prisionero.
Todos corrieron al interior de la casa. Y por varios minutos, en ese negro,
horrible y húmedo castillo que olía a cerrado, resonó el ruido del abrir de las
puertas y ventanas y de miles de voces que gritaban al mismo tiempo:
—¡No olviden los calabozos!
—¡Ayúdenme con esta puerta!
—¡Encontré otra escalera de caracol!
—¡Oh, aquí hay un pobre canguro pequeñito!
—¡Puf! ¡Cómo huele aquí!
—¡Cuidado al abrir las puertas! ¡Pueden caer en una trampa!
—¡Aquí! ¡Suban! ¡En el descanso de la escalera hay varios más!