Page 90 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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Sin las ataduras, Aslan era algo más él mismo. Cada minuto que pasaba, su
rostro se veía más noble y, como la luz del día aumentaba, las niñas pudieron
observarlo mejor.
Tras ellas, en el bosque, un pájaro gorjeó. El silencio había sido tan
absoluto por horas y horas, que ese sonido las sorprendió. De inmediato otro
pájaro contestó y muy pronto hubo cantos y trinos por todas partes.
Definitivamente era la madrugada; la noche había quedado atrás.
—Tengo tanto frío —dijo Lucía.
—Yo también —dijo Susana—. Caminemos un poco.
Caminaron hacia el lado oeste de la colina y miraron hacia abajo. La gran
estrella casi había desaparecido. Todo el campo se veía gris oscuro, pero más
allá, en el mismo fin del mundo, el mar se mostraba pálido. El cielo comenzó a
teñirse de rojo. Para evitar el frío, las niñas caminaron de un lado para otro,
entre el lugar donde yacía Aslan y el lado oriental de la cumbre de la colina,
más veces de lo que pudieron contar. Pero ¡oh, qué cansadas sentían sus
piernas!
Se detuvieron por unos instantes y miraron hacia el mar y hacia Cair
Paravel (que recién ahora podían descubrir). Poco a poco el rojo del cielo se
transformó en dorado a todo lo largo de la línea en que el cielo y el mar se
encuentran, y muy lentamente asomó el borde del sol. En ese momento las
niñas escucharon tras ellas un ruido estrepitoso..., un gran estallido..., un sonido
ensordecedor, como si un gigante hubiera roto un vidrio gigante.
—¿Qué fue eso? —preguntó Lucía, apretando el brazo de su hermana.
—Me da miedo darme vuelta —dijo Susana—. Algo horrible sucede.
—¡Están haciéndole algo todavía peor a él! —dijo Lucía—. ¡Vamos!
Se dio vuelta y arrastró a Susana con ella.
Todo se veía tan diferente con la salida del sol —los colores y las sombras
habían cambiado—, que por un momento no vieron lo que era importante.
Pero pronto, sí: la Mesa de Piedra estaba partida en dos; una gran hendidura la
cruzaba de un extremo a otro. Y allí no estaba Aslan.
—¡Oh, oh! —gritaron las dos niñas, corriendo velozmente hacia la Mesa.
—¡Esto es demasiado malo! —sollozó Lucía—; ellos deben haber dejado
el cuerpo abandonado...
—Pero ¿quién hizo esto? —lloró Susana—. ¿Qué significa? ¿Será magia
otra vez?
—Sí —dijo una voz fuerte a sus espaldas—. Es más magia.
Se dieron vuelta. Ahí, brillando al sol, más grande que nunca y agitando su
melena (que aparentemente había vuelto a crecer), estaba Aslan en persona.
—¡Oh Aslan! —gritaron las dos niñas, mirándolo con ojos dilatados de
asombro y casi tan asustadas como contentas.
—Entonces no está muerto, querido Aslan —dijo Lucía.