Page 88 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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XV  MAGIA PROFUNDA ANTERIOR AL AMANECER DEL

                                                        TIEMPO



                  La niñas aún permanecían escondidas entre los arbustos, con las manos en la
                  cara, cuando escucharon la voz de la Bruja que llamaba:
                        —¡Ahora! ¡Síganme! Emprenderemos las últimas batallas de esta guerra.
                  No nos costará mucho aplastar a esos insectos humanos y al traidor, ahora que
                  el gran Idiota, el gran Gato, yace muerto.
                        En ese momento, y por unos pocos segundos, las niñas estuvieron en gran
                  peligro. Toda esa vil multitud, con gritos salvajes y un ruido enloquecedor de
                  trompetas y cuernos que sonaban chillones y penetrantes, marchó desde la
                  cima de la colina y bajó la ladera justo por el lado de su escondite.
                        Las niñas sintieron a los Espectros que, como viento helado, pasaban muy
                  cerca de ellas; también sintieron que la tierra temblaba bajo el galope de los
                  Minotauros. Sobre sus cabezas se agitaron, como en una ráfaga de alas
                  asquerosas, buitres muy negros y murciélagos gigantes. En cualquier otra
                  ocasión ellas habrían muerto de miedo, pero ahora la tristeza, la vergüenza y el
                  horror de la muerte de Aslan invadían sus mentes de tal modo que difícilmente
                  podían pensar en otra cosa.
                        Apenas el bosque estuvo de nuevo en silencio, Susana y Lucía se
                  deslizaron hacia la colina. La luna alumbraba cada vez menos y ligeras nubes
                  pasaban sobre ella, pero aún las niñas pudieron ver los contornos del gran León
                  muerto con todas sus ataduras. Ambas se arrodillaron sobre el pasto húmedo, y
                  besaron su cara helada y su linda piel —lo que quedaba de ella— y lloraron
                  hasta que las lágrimas se les agotaron. Entonces se miraron, se tomaron de las
                  manos en un gesto de profunda soledad y lloraron nuevamente. Otra vez se
                  hizo presente el silencio. Al fin Lucía dijo:
                        —No soporto mirar ese horrible bozal. ¿Podremos quitárselo?
                        Trataron. Después de mucho esfuerzo (porque sus manos estaban heladas
                  y era ya la hora más oscura de la noche) lo lograron. Cuando vieron su cara sin
                  las amarras, estallaron otra vez en llanto. Lo besaron, le limpiaron la sangre y los
                  espumarajos lo mejor que pudieron. Todo fue mucho más horrible, solitario y
                  sin esperanza, de lo que yo pueda describir.
                        —¿Podremos desatarlo también? —dijo Susana.
                        Pero los enemigos, llevados sólo por su feroz maldad, habían amarrado las
                  cuerdas tan apretadamente que las niñas no lograron deshacer los nudos.
                        Espero que ninguno que lea este libro haya sido tan desdichado como lo
                  eran Lucía y Susana esa noche; pero si ustedes lo han sido —si han estado
                  levantados toda una noche y llorado hasta agotar las lágrimas— ustedes sabrán
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