Page 57 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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X EL HECHIZO COMIENZA A ROMPERSE
Ahora debemos volver donde el señor y la señora Castor y los otros tres niños.
Tan pronto como el Castor dijo: "No hay tiempo que perder", todos
comenzaron a envolverse en sus abrigos, excepto la señora Castora. Ella tomó
unos sacos y los dejó sobre la mesa.
—Ahora, señor Castor —dijo—, bájame ese jamón. Aquí hay un paquete
de té, azúcar y fósforos. Si alguien quiere, puede tomar dos o tres panes de esa
vasija, allá, en el rincón.
—¿Qué está haciendo, señora Castora? —preguntó Susana.
—Preparo una bolsa para cada uno de nosotros, querida —dijo con voz
serena—. ¿Ustedes no han pensado que estaremos afuera durante una jornada
sin nada que comer?
—¡Pero no tenemos tiempo! —replicó Susana, abotonando el cuello de su
abrigo—. Ella puede estar aquí en cualquier momento.
—Eso es lo que yo digo —intervino el Castor.
—Adelántate con todos ellos —le dijo calmadamente su mujer—. Pero
piénsalo con tranquilidad: ella no puede llegar hasta aquí por lo menos hasta un
cuarto de hora más.
—Pero ¿no es mejor que tengamos la mayor ventaja posible —dijo
Pedro— para llegar a la Mesa de Piedra antes que ella?
—Usted tiene que recordar eso, señora Castora —dijo Susana—. Tan
pronto como ella descubra que no estamos aquí, se irá hacia allá con la mayor
velocidad.
—Eso es lo que ella hará —dijo la señora Castora—. Pero nosotros no
podremos llegar antes que ella, hagamos lo que hagamos, porque ella viajará en
su trineo y nosotros iremos a pie.
—Entonces..., ¿no tenemos ninguna esperanza? —preguntó Susana.
—¡Por Dios! ¡No te pongas majadera ahora! —exclamó la señora
Castora—. Toma inmediatamente media docena de pañuelos de ese cajón...
¡Claro que tenemos esperanzas! Es imposible llegar antes que ella, pero
podemos manternos a cubierto, avanzar de una manera inesperada para ella y, a
lo mejor, logramos llegar.
—Muy cierto, señora Castora —dijo su marido—. Pero ya es hora de que
salgamos de aquí.
—¡No empieces tú también a molestar! —dijo ella—. Así está mejor.
Aquí están las bolsas. La más pequeña, para la menor de todos nosotros. Esa
eres tú, querida —agregó mirando a Lucía.
—¡Oh! ¡Por favor, vamos! —dijo Lucía.