Page 48 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
P. 48

del país, si todo fuera como debería ser) hay cuatro tronos. En Narnia, desde
                  tiempos inmemoriales, se dice que cuando dos Hijos de Adán y dos Hijas de
                  Eva ocupen esos cuatro tronos, no sólo el reinado de la Bruja Blanca llegará a su
                  fin sino también su vida. Por eso debíamos ser tan cautelosos en nuestro
                  camino. Si ella supiera algo de ustedes cuatro, sus vidas no valdrían ni siquiera
                  un pelo de mi barba.
                        Los niños estaban tan concentrados  en lo que el Castor les estaba
                  contando, que nada fuera de esto llamó su atención por un largo rato. Entonces,
                  en un momento de silencio que siguió a las últimas palabras del Castor, Lucía
                  preguntó sobresaltada:
                        —¿Donde está Edmundo?
                        Hubo una pausa terrible y luego todos comenzaron a preguntar: "¿Quién
                  había sido el último que lo vio? ¿Cuánto tiempo hacía que no estaba allí?
                  ¿Estaría fuera de la casa?". Corrieron  a la puerta. La nieve caía espesa y
                  constantemente. Toda la superficie de hielo verde había desaparecido bajo un
                  grueso manto blanco y desde el lugar donde se encontraba la pequeña casa, en
                  el centro del dique, difícilmente se divisaba cualquiera de las dos orillas del río.
                  Salieron y dieron vueltas alrededor de la casa en todas direcciones, mientras se
                  hundían hasta las rodillas en la suave nieve recién caída. "¡Edmundo,
                  Edmundo!", llamaron hasta quedar roncos. Pero el silencioso caer de la nieve
                  parecia amortiguar sus voces y ni siquiera un eco les respondió.
                        —¡Qué horror! —exclamó Susana, cuando por fin volvieron a entrar
                  desesperados—. ¡Cómo me arrepiento de haber venido!
                        —¡Dios mío!... ¿Qué podemos hacer, señor Castor? —dijo Pedro.
                        —¿Hacer? —dijo el Castor, que ya se estaba poniendo las botas para la
                  nieve—. ¿Hacer? Debemos irnos inmediatamente, sin perder un instante.
                        —Mejor será que nos dividamos en  cuatro —dijo Pedro—, y así todos
                  iremos en distintas direcciones. El que  lo encuentre, deberá volver aquí de
                  inmediato y...
                        —¿Dividirnos, Hijo de Adán? —preguntó el Castor—. ¿Para qué?
                        —Para encontrar a Edmundo, por supuesto —dijo Pedro, un tanto
                  alterado.
                        —No vale la pena buscarlo a él —contestó el Castor.
                        —¿Qué quiere decir? —preguntó Susana—. No puede estar muy lejos y
                  tenemos que encontrarlo. Pero ¿qué quiere decir usted con eso de que no
                  servirá de nada buscarlo?
                        —La razón por la que les digo que no vale la pena buscarlo es porque
                  todos sabemos donde está. Los niños lo miraron sorprendidos.
                        —¿No entienden? —insistió el Castor—. Se ha ido con ella, con la Bruja
                  Blanca. Nos traicionó a todos.
                        —¡Oh..., realmente! El no puede haber hecho eso —exclamó Susana.
   43   44   45   46   47   48   49   50   51   52   53