Page 41 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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—Exactamente —dijo el Castor—. Pobre amigo... Le llegó el anuncio del
                  arresto un poco antes de que lo apresaran. Me dijo que si algo le sucedía, debía
                  encontrarme contigo y llevarte a...
                        Aquí la voz del Castor se transformó en silencio e inclinó una o dos veces
                  la cabeza de un modo muy misterioso. Luego hizo una seña a los niños para
                  que se acercaran junto a él, tanto que casi los rozó con sus bigotes mientras
                  murmuraba:
                        —Dicen que Aslan se ha puesto en movimiento... Quizás ha aterrizado ya.
                        En ese momento sucedió una cosa muy curiosa.
                        Ninguno de los niños sabía quién era Aslan, pero en el mismo instante en
                  que el Castor pronunció esas palabras, cada uno de ellos experimentó una
                  sensación diferente.
                        A lo mejor les ha pasado alguna vez en un sueño que alguien dice algo que
                  uno no entiende, pero siente que tiene un enorme significado... Puede ser
                  aterrador, lo cual transforma el sueño en pesadilla. O bien, encantador,
                  demasiado encantador para traducirlo en palabras. Esto hace que el sueño sea
                  tan hermoso que uno lo recuerda durante toda la vida y siempre desea volver a
                  soñar lo mismo.
                        Una cosa así sucedió ahora. El nombre de Aslan despertó algo en el
                  interior de cada uno de los niños. Edmundo tuvo una sensación de misterioso
                  horror. Pedro se sintió de pronto valiente y aventurero. Susana creyó que
                  alrededor de ella flotaba un aroma delicioso, a la vez que escuchaba algunos
                  acordes musicales bellísimos. Lucía experimentó un sentimiento como el que
                  se tiene al despertar una mañana y darse cuenta de que ese día comienzan las
                  vacaciones o el verano.
                        —¿Y qué pasa con el señor Tumnus? —preguntó Lucía—. ¿Dónde está?
                        —¡Chist! —dijo el Castor—. No está aquí. Debo llevarlos a un lugar
                  donde realmente podamos tener una verdadera conversación y, también,
                  comer.
                        Ninguno de los niños, excepto Edmundo, tuvo dificultad para confiar en
                  el Castor; pero todos, incluso él, se alegraron al escuchar la palabra "comer".
                  Siguieron con entusiasmo a este nuevo amigo, que los condujo, durante más de
                  una hora, a un paso sorprendentemente rápido y siempre a través de lo más
                  espeso del bosque.
                        De pronto, cuando todos se sentían muy cansados y muy hambrientos,
                  comenzaron a salir del bosque. Frente a ellos los árboles eran ahora más
                  delgados y el terreno comenzó a descender en forma abrupta. Minutos más
                  tarde estuvieron bajo el cielo abierto y se encontraron contemplando un
                  hermoso paisaje.
                        Estaban en el borde de un angosto y escarpado valle, en cuyo fondo corría
                  —es decir, debería correr si no hubiera estado completamente congelado— un
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