Page 38 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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VII  UN DIA CON LOS CASTORES



                        Los dos hermanos hablaban en secreto cuando, de pronto, las niñas se
                  detuvieron.
                        —¡El Petirrojo! —gritó Lucía—. ¡El Petirrojo! ¡Se ha ido!
                        Y así era... El petirrojo había volado hasta perderse de vista.
                        —¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Edmundo, mientras daba una
                  mirada a Pedro con ojos de “¿qué te había dicho yo?"
                        —¡Chist! ¡Miren! —exclamó Susana.
                        —¿Qué? —preguntó Pedro.
                        —Algo se mueve entre los árboles... por allí, a la izquierda.
                        Todos miraron atentamente, ninguno de ellos muy tranquilo.
                        —¡Allí está otra vez! —dijo Susana.
                        —Ésta vez yo también lo vi —dijo Pedro—. Todavía está ahí. Desapareció
                  detrás de ese gran árbol.
                        —¿Qué es? —preguntó Lucía, tratando por todos los medios de que su
                  voz no reflejara su nerviosismo.
                        —No sé —dijo Pedro—, pero en todo caso es algo que se está
                  escabullendo; algo que no quiere ser visto.
                        —Vamonos a casa —murmuró Susana.
                        Entonces, aunque nadie lo dijo en  voz alta, en ese momento todos se
                  dieron cuenta de que estaban perdidos, tal como Edmundo lo había dicho en
                  secreto a Pedro.
                        —¿A qué se parece? —preguntó Lucía, volviendo a fijar su atención en
                  aquello que se movía.
                        —Es una especie de animal —dijo Susana—. ¡Miren! ¡Rápido! ¡Allí está!
                        Esta vez todos lo vieron. Una cara barbuda los miraba desde detrás de un
                  árbol. Pero ahora no desapareció inmediatamente. En lugar de ello, el animal
                  puso sus garras contra su boca, en un  gesto idéntico al de los humanos que
                  ponen sus dedos en sus labios cuando  quieren que alguien guarde silencio.
                  Luego se escondió de nuevo. Los niños se quedaron inmóviles, conteniendo la
                  respiración.
                        Momentos más tarde el extraño ser reapareció tras el árbol. Miró hacia
                  todos lados, como si temiera que alguien lo estuviese observando, y dijo
                  "silencio", o algo parecido. Después hizo unas señales a los niños como para
                  indicarles que se reunieran con él en lo más espeso del bosque, y desapareció
                  otra vez.
                        —Ya sé qué es —dijo Pedro—. Es un castor. Le vi la cola.
                        —Quiere que nos acerquemos a él —dijo Susana—, y nos ha prevenido
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