Page 39 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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para que no hagamos el menor ruido.
—Así me parece —dijo Pedro—, ¿Qué haremos? ¿Vamos con él o no?
¿Qué piensas tú, Lucía?
—Yo creo que es un buen Castor —dijo ésta.
—Sí, pero ¿cómo podemos saberlo? —replicó Edmundo.
—Tendremos que arriesgarnos —dijo Susana—. Por otra parte, no
ganamos nada con seguir parados aquí, pensando en que tenemos hambre.
El Castor se asomó nuevamente detrás del árbol y, con gran ansiedad,
comenzó a hacerles señas con la cabeza.
—Vamos —dijo Pedro—. Démosle una oportunidad. Pero tenemos que
mantenernos muy unidos frente al Castor, por si resulta ser un enemigo.
Los niños, muy juntos unos a otros, caminaron hacia el árbol. Por cierto,
tras él encontraron al Castor. Este retrocedió aún más y con voz ronca
murmuró:
—Más acá, vengan más acá. ¡No estaremos a salvo en este espacio tan
abierto!
Sólo cuando los hubo conducido a un lugar oscuro, en el que había cuatro
árboles tan juntos que sus ramas entrecruzadas cerraban incluso el paso a la
nieve y en el suelo se veían la tierra café y las agujas de los pinos, se decidió a
hablar.
—¿Son ustedes los Hijos de Adán y las Hijas de Eva?
—Sí. Somos algunos de ellos —dijo Pedro.
—¡Chist! —dijo el Castor—. No tan alto, por favor. Ni siquiera aquí
estamos a salvo.
—¿Por qué? ¿A quién le tiene miedo? —preguntó Pedro—. En este lugar
no hay nadie más que nosotros.
—Están los árboles —dijo el Castor—. Están siempre oyendo. La mayoría
de ellos está de nuestro lado, pero hay algunos que nos traicionarían ante ella...
Saben a quién me refiero, supongo —agregó.
—Si estamos hablando de tomar partido, ¿cómo podemos saber que usted
es un amigo? —dijo Edmundo.
—No queremos parecer mal educados, señor Castor —dijo Pedro—, pero,
como usted ve, nosotros somos extranjeros.
—Está bien, está bien —dijo el Castor—. Aquí está mi distintivo.
Con estas palabras levantó hacia ellos un objeto blanco y pequeño. Todos
se quedaron mirándolo sorprendidos, hasta que Lucía exclamó:
—¡Oh! ¡Por supuesto! Es mi pañuelo... el que le di al pobre señor
Tumnus.