Page 25 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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llegar a mi casa. Cuando veas el río, será mejor que lo mantengas a tu derecha...
                  Pero recuerda..., debes traer a tus hermanos. Me enfureceré de verdad, tanto
                  como yo puedo enfurecerme, si vuelves solo.
                        —Haré lo que pueda —dijo Edmundo.
                        —Y, a propósito... —agregó la Reina—, no necesitas hablarles de mí. Será
                  mucho más divertido guardar el secreto entre nosotros. Les daremos una
                  sorpresa. Sólo tráelos. hacia las colinas con cualquier pretexto. A un niño
                  inteligente como tú se le ocurrirá alguno fácilmente. Y cuando llegues a mi
                  casa, podrás decirles, por ejemplo: "Veamos quién vive ahí"o algo por el estilo.
                  Estoy segura de que eso será lo mejor. Si tu hermana ya conoce a uno de los
                  Faunos, puede haber oído historias extrañas acerca de mí. Cosas malas que
                  pueden hacerla sentir temor de mí. Los Faunos dicen cualquier cosa, ¿sabes?
                  Vete ahora.
                        —¡Por favor, por favor! —rogó Edmundo—, ¿puede darme una Delicia
                  turca para comer durante el regreso a casa?
                        —¡Oh, no! —dijo la Reina con una sonrisa sardónica—. Tendrás que
                  esperar hasta la próxima vez.
                        Mientras hablaba hizo una señal al Enano para indicarle que se pusiera en
                  marcha. Antes de que el trineo se perdiera de vista, la Reina agitó la mano para
                  decir adiós a Edmundo, al mismo tiempo que gritaba:
                        —¡Hasta la vista! ¡No te olvides! ¡Vuelve pronto! Edmundo miraba
                  todavía como desaparecía el trineo cuando oyó que alguien lo llamaba. Dio
                  media vuelta y divisó a Lucia que venía hacia él desde otro punto del bosque.
                        —¡Oh, Edmundo! —exclamó—. Tú también viniste. Dime si no es
                  maravilloso.
                        —Bien, bien —dijo Edmundo—. Tenías razón después de todo. El
                  armario es mágico. Te pediré perdón, si quieres... Pero ¿me puedes decir dónde
                  te habías metido? Te he buscado por todas partes.
                        —Si hubiera sabido que tú también estabas aquí, te habría esperado —
                  dijo Lucía. Estaba tan contenta y excitada que no advirtió el tono mordaz con
                  que hablaba Edmundo, ni lo extraña y  roja que se veía su cara—. Estuve
                  almorzando con el querido señor Tumnus, el Fauno. Está muy bien y la Bruja
                  Blanca no le ha hecho nada por haberme dejado en libertad. Piensa que ella no
                  se ha enterado, así es que todo va a andar muy bien.
                        —¿La Bruja Blanca? —preguntó Edmundo—. ¿Quién es?
                        —Es una persona terrible —aseguró Lucía—. Se llama a sí misma Reina
                  de Narnia, a pesar de que no tiene ningún derecho. Todos los Faunos, Dríades y
                  Náyades, todos los enanos y animales —por lo menos los buenos—
                  simplemente la odian. Puede transformar a la gente en piedra y hacer toda clase
                  de maldades horribles. Con su magia mantiene a Narnia siempre en invierno;
                  siempre es invierno, pero nunca llega Navidad. Anda por todas partes en un
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