Page 30 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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—¿Por qué dice eso?
—Bueno, por una cosa en primer lugar —contestó Pedro—. Si esa historia
fuera real, ¿por qué no encontramos ese país cada vez que abrimos el ropero?
No había nada allí cuando fuimos todos a ver. Incluso Lucía reconoció que no
había nada.
—¿Qué tiene que ver eso con todo esto? —preguntó el Profesor.
—Bueno, señor, si las cosas son reales, deberían estar allí todo el tiempo.
—¿Están? —dijo el Profesor. Pedro no supo qué contestar.
—Pero ni siquiera hubo tiempo —interrumpió Susana—. Lucía no tuvo
tiempo de haber ido a ninguna parte, aunque ese lugar existiera. Vino
corriendo tras de nosotros en el mismo instante en que salíamos de la
habitación. Fue menos de un minuto y ella pretende haber estado afuera
durante horas.
—Eso es, precisamente, lo que hace más probable que su historia sea
verdadera —dijo el Profesor—. Si en esta casa hay realmente una puerta que
conduce hacia otros mundos (y les advierto que es una casa muy extraña y que
incluso yo sé muy poco sobre ella); si, como les digo, ella se introdujo en otro
mundo, no me sorprendería en absoluto que éste tuviera su tiempo propio.
Así, no tendría importancia cuánto tiempo permaneciera uno allá, pues no
tomaría nada de nuestro tiempo. Por otro lado, no creo que muchas niñas de su
edad puedan inventar una idea como ésta por sí solas. Si ella hubiera imaginado
toda esa historia, se habría escondido durante un tiempo razonable antes de
aparecer y contar su aventura.
—¿Realmente usted piensa que puede haber otros mundos como ése en
cualquier parte, así, a la vuelta de la esquina? —preguntó Pedro.
—No imagino nada que pueda ser más probable —dijo el Profesor. Se
sacó los anteojos y comenzó a limpiarlos mientras murmuraba para sí—: Me
pregunto, ¿qué es lo que enseñan en estos colegios?
—Pero ¿qué vamos a hacer nosotros? —preguntó Susana. Ella sentía que
la conversación comenzaba a alejarse del problema.
—Mi querida jovencita —dijo el Profesor, mirando repentinamente a
ambos niños con una expresión muy penetrante—, hay un plan que nadie ha
sugerido todavía y que vale la pena ensayar.
—¿De qué se trata? —preguntó Susana.
—Podríamos tratar todos de preocuparnos de nuestros propios asuntos.
Y ese fue el final de la conversación.
Después de esto las cosas mejoraron mucho para Lucía. Pedro se
preocupó especialmente de que Edmundo dejara de molestarla y ninguno de
ellos —Lucía, menos que nadie— se sintió inclinado a mencionar el ropero
para nada. Este se había transformado en un tema más bien alarmante. De este
modo, por un tiempo pareció que todas las aventuras habían llegado a su fin.