Page 24 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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de nuevo. No puedo darte más ahora.
La magia es sólo para una vez, pero en mi casa será diferente.
—¿Por qué no vamos a tu casa ahora? —preguntó Edmundo.
Cuando Edmundo subió al trineo, había sentido miedo de que ella lo
llevara muy lejos, a algún lugar desconocido desde el cual no pudiera regresar.
Ahora parecía haber olvidado todos sus temores.
—Mi casa es un lugar encantador —dijo la Reina—. Estoy segura de que
te gustará. Allí hay cuartos completamente llenos de Delicias turcas. Y, lo que
es más, no tengo niños propios. Me gustaría tener un niño bueno y amable a
quien yo podría educar como Príncipe y que luego sería Rey de Narnia, cuando
yo falte. Y mientras fuera Príncipe, llevaría una corona de oro y podría comer
Delicias turcas todo el día. Y tú eres el joven más inteligente y buen mozo que
yo conozco. Creo que me gustaría convertirte en Príncipe... algún día..., cuando
hayas traído a tus hermanos a visitarme.
—¿Y por qué no ahora? —insistió Edmundo.
Su cara se había puesto muy roja, y sus dedos y su boca estaban muy
pegajosos. No se veía buen mozo ni parecía inteligente, aunque la Reina lo
dijera.
—¡Ah! Si te llevo ahora a mi casa —dijo ella—, yo no conocería a tu
hermano ni a tus hermanas. Realmente quiero que traigas a tu encantadora
familia. Tú serás el Príncipe y, con el tiempo, el Rey; eso está claro. Deberás
tener cortesanos y nobles. Yo haré Duque a tu hermano y Duquesas a tus
hermanas.
—No hay nada de especial en ellos —dijo Edmundo—, pero de cualquier
forma los puedo traer en el momento que quiera.
—¡Ah, sí! Pero si hoy te llevo a mi casa, podrías olvidarte de ellos por
completo. Estarías tan feliz que no querrías molestarte en ir a buscarlos. No.
Tienes que ir a tu país ahora y regresar junto a mí otro día, pero con ellos,
entiéndelo bien. No te servirá de nada volver sin ellos.
—Pero yo ni siquiera conozco el camino de regreso a mi país —rogó
Edmundo.
—Es muy fácil. ¿Ves aquel farol? —dijo la Reina, mientras apuntaba con
la varilla.
Edmundo miró en la dirección indicada. Entonces vio el mismo farol bajo
el cual Lucía había conocido al Fauno.
—Derecho, más allá, está el Mundo de los Hombres —continuó la Reina.
Luego señaló en dirección opuesta y agregó—: Dime si ves dos pequeñas
colinas que se levantan sobre los árboles.
—Creo que sí —dijo Edmundo.
—Bien, mi casa está entre esas dos colinas. La próxima vez que vengas,
sólo tendrás que buscar el farol, y luego caminar hacia las dos colinas hasta