Page 14 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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—¡Oh!, ¡oh!, ¡oh! —sollozó—, lloro porque soy un Fauno malvado.
                        —Yo no creo eso. De ninguna manera —dijo Lucía—. De hecho, usted es
                  el Fauno más encantador que he conocido.
                        —¡Oh! No dirías eso si tú supieras —replicó el señor Tumnus entre
                  suspiros—. Soy un Fauno malo. No creo que nunca haya habido uno peor que
                  yo desde que el mundo es mundo.
                        —Pero ¿qué es lo que ha hecho? —preguntó Lucía.
                        —Mi viejo padre —dijo el Fauno— jamás hubiera hecho una cosa
                  semejante. ¿Lo ves? Su retrato está sobre la chimenea.
                        —¿Qué es lo que no hubiera hecho su padre?
                        —Lo que yo he hecho —respondió el Fauno—. Servir a la Bruja Blanca.
                  Eso es lo que yo soy. Un sirviente pagado por la Bruja Blanca.
                        —¿La Bruja Blanca? ¿Quién es?
                        —¡Ah! Ella es quien tiene a Narnia completamente en sus manos. Ella es
                  quien mantiene el invierno para siempre. Siempre invierno y nunca Navidad.
                  ¿Te imaginas lo que es eso?
                        —¡Qué terrible! —dijo Lucía—. Pero ¿qué trabajo hace usted para que
                  ella le pague?
                        —Eso es lo peor. Soy yo el que rapta para ella. Eso es lo que soy: un
                  raptor. Mírame, Hija de Eva. ¿Crees que soy la clase de Fauno que cuando se
                  encuentra con un pobre niño inocente en el bosque, se hace su amigo y lo
                  invita a su casa en la cueva, sólo para dormirlo con música y entregarlo luego a
                  la Bruja Blanca?
                        —No —dijo Lucía—. Estoy segura de que usted no haría nada semejante.
                        —Pero lo he hecho —dijo el Fauno.
                        —Bien —continuó Lucía, lentamente (porque quería ser muy franca,
                  pero, a la vez, no deseaba ser demasiado dura con él)—, eso es muy malo, pero
                  usted está tan arrepentido que estoy segura de que no lo hará de nuevo.
                        —¡Hija de Eva! ¿Es que no entiendes? —exclamó el Fauno—. No es algo
                  que yo haya hecho. Es algo que estoy haciendo en este preciso instante.
                        —¿Qué quiere decir? —preguntó Lucía, poniéndose blanca como la
                  nieve.
                        —Tú eres el niño —dijo el señor Tumnus—. La Bruja Blanca me había
                  ordenado que si alguna vez encontraba a un Hijo de Adán o a una Hija de Eva
                  en el bosque, tenía que aprehenderlo y llevárselo. Tú eres la primera que yo he
                  conocido. Pretendí ser tu amigo, te invité a tomar el té y he esperado todo el
                  tiempo que estuvieras dormida para llevarte hasta ella.
                        —¡Ah, no! Usted no lo hará, señor Tumnus —dijo Lucía—. Realmente
                  usted no lo hará. De verdad, no debe hacerlo.
                        —Y si yo no lo hago —dijo él, comenzando a llorar de nuevo—, ella lo
                  sabrá. Y me cortará la cola, me arrancará los cuernos y la barba. Agitará su vara
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