Page 18 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
P. 18
tu broma. ¿No te parece que es mejor terminar aquí?
Lucía se puso roja y trató de hablar, a pesar de que ya no sabía qué estaba
tratando de decir. Estalló en llanto.
Durante los días siguientes ella se sintió muy desdichada. Podría haberse
reconciliado fácilmente con los demás niños, en cualquier momento, si hubiera
aceptado que todo había sido sólo una broma para pasar el tiempo. Sin
embargo Lucía decía siempre la verdad y sabía que estaba en lo cierto. No
podía decir ahora una cosa por otra.
Los niños, que pensaban que ella había mentido tontamente, la hicieron
sentirse muy infeliz. Los dos mayores, sin intención; pero Edmundo era muy
rencoroso y en esta ocasión lo demostró. La molestó incansablemente; a cada
momento le preguntaba si había encontrado otros países en los aparadores o en
los otros armarios de la casa. Lo peor de todo era que esos días fueron muy
entretenidos para los niños, pero no para Lucía. El tiempo estaba maravilloso;
pasaban de la mañana a la noche fuera de la casa, se bañaban, pescaban, se
subían a los árboles, descubrían nidos de pájaros y se tendían a la sombra. Lucía
no pudo gozar de nada, y las cosas siguieron así hasta que llovió nuevamente.
Ese día, cuando llegó la tarde sin ninguna señal de cambio en el tiempo,
decidieron jugar a las escondidas. A Susana le correspondió primero buscar a
los demás. Tan pronto los niños se dispersaron para esconderse, Lucía corrió
hasta el ropero, aunque no pretendía ocultarse allí. Sólo quería dar una mirada
dentro de él. Estaba comenzando a dudar si Narnia, el Fauno y todo lo demás
había sido un sueño. La casa era tan grande, complicada y llena de escondites,
que pensó que tendría tiempo suficiente para dar una mirada en el interior del
armario y buscar luego cualquier lugar para ocultarse en otra parte. Pero justo
en el momento en que abría la puerta, sintió pasos en el corredor. No le quedó
más que saltar dentro del guardarropa y sujetar la puerta tras ella, sin cerrarla
del todo, pues sabía que era muy tonto encerrarse en un armario, incluso si se
trataba de un armario mágico.
Los pasos que Lucía había oído eran los de Edmundo. El niño entró en el
cuarto en el momento preciso en que ella se introducía en el ropero. De
inmediato decidió hacer lo mismo, no porque fuera un buen lugar para
esconderse, sino porque podría seguir molestándola con su país imaginario.
Abrió la puerta. Estaba oscuro, olía a naftalina, y allí estaban los abrigos
colgados, pero no había un solo rastro de Lucía.
"Cree que es Susana la que viene a buscarla —se dijo Edmundo—; por eso
se queda tan quieta".
Sin más, saltó adentro y cerró la puerta, olvidando que hacer eso era una
verdadera locura. En la oscuridad empezó a buscar a Lucía y se sorprendió de
no encontrarla de inmediato, como había pensado. Decidió abrir la puerta para
que entrara un poco de luz. Pero tampoco pudo hallarla. Todo esto no le gustó