Page 9 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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Un instante después advirtió que lo que rozaba su cara ya no era suave
                  como la piel sino duro, áspero e, incluso, clavaba.
                        —¿Cómo? ¡Parecen ramas de árboles! —exclamó.
                        Entonces vio una luz frente a ella; no estaba cerca del lugar donde tendría
                  que haber estado el fondo del ropero, sino muchísimo más lejos. Algo frío y
                  suave caía sobre la niña. Un momento después se dio cuenta de que se
                  encontraba en medio de un bosque; además era de noche, había nieve bajo sus
                  pies y gruesos copos caían a través del aire.
                        Lucía se asustó un poco, pero a la vez se sintió llena de curiosidad y de
                  excitación. Miró hacia atrás y entre la oscuridad de los troncos de los árboles
                  pudo distinguir la puerta abierta del ropero e incluso la habitación vacía desde
                  donde había salido. (Por supuesto, ella  había dejado la puerta abierta, pues
                  pensaba que era la más grande de las  tonterías encerrarse uno mismo en un
                  guardarropa). Parecía que allá era de día. "Puedo volver cuando quiera, si algo
                  sale mal", pensó, tratando de  tranquilizarse. Comenzó a caminar  —cranch-
                  cranch— sobre la nieve y a través del bosque, hacia la otra luz, delante de ella.
                        Cerca de diez minutos más tarde, Lucía llegó hasta un farol. Se preguntaba
                  qué significado podría tener éste en medio de un bosque, cuando escuchó unos
                  pasos que se acercaban. Segundos después una persona muy extraña salió de
                  entre los árboles y se aproximó a la luz.
                        Era un poco más alta que Lucía. Sobre su cabeza llevaba un paraguas todo
                  blanco de nieve. De la cintura hacia arriba tenía el aspecto de un hombre, pero
                  sus piernas, cubiertas de pelo negro y brillante, parecían las extremidades de un
                  cabro. En lugar de pies tenía pezuñas.
                        En un comienzo, la niña no advirtió que también tenía cola, pues la
                  llevaba enrollada en el mango del paraguas para evitar que se arrastrara por la
                  nieve. Una bufanda roja le cubría el cuello y su piel era también rojiza. El
                  rostro era pequeño y extraño, pero agradable; tenía una barba rizada y un par
                  de cuernos a los lados de la frente. Mientras en una mano llevaba el paraguas,
                  en la otra sostenía varios paquetes con papel de color café. Estos y la nieve
                  hacían recordar las compras de Navidad. Era un Fauno. Y cuando vio a Lucía,
                  su sorpresa fue tan grande que todos los paquetes rodaron por el suelo.
                        —¡Cielos! —exclamó el Fauno.
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