Page 17 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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III    EDMUNDO Y EL ROPERO



                  Lucía corrió fuera del cuarto vacío y en el pasillo se encontró con los otros tres
                  niños.
                        —Todo está bien —repitió—. He vuelto.
                        —¿De qué hablas, Lucía? —preguntó Susana.
                        —¡Cómo! —exclamó Lucía asombrada—. ¿No estaban preocupados de
                  mi ausencia? ¿No se han preguntado dónde estaba yo?
                        —Entonces, ¿estabas escondida? —dijo Pedro—. Pobre Lu, ¡se escondió y
                  nadie se dio cuenta! Para otra vez vas a tener que desaparecer durante un rato
                  más largo, si es que quieres que alguien te busque.
                        —Estuve afuera por horas y horas —dijo Lucía.
                        —Mal —dijo Edmundo, golpeándose la cabeza—. Muy mal.
                        —¿Qué quieres decir, Lucía? —preguntó Pedro.
                        —Lo que dije —contestó Lucía—. Fue precisamente después del
                  desayuno, cuando entré en el ropero, y  he estado afuera por horas y horas.
                  Tomé té y me han sucedido toda clase de acontecimientos.
                        —No seas tonta, Lucía. Hemos salido de ese cuarto hace apenas un
                  instante y tú estabas allí —replicó Susana.
                        —Ella no se está haciendo la tonta —dijo Pedro—. Está inventando una
                  historia para divertirse, ¿no es verdad, Lucía?
                        —No, Pedro. No estoy inventando. El armario es mágico. Adentro hay un
                  bosque, nieve, un Fauno y una Bruja. El lugar se llama Narnia. Vengan a ver.
                        Los demás no sabían qué pensar, pero Lucía estaba tan excitada que la
                  siguieron hasta el cuarto sin decir una palabra. Corrió hacia el ropero y abrió las
                  puertas de par en par.
                        —¡Ahora! —gritó—¡Entren y compruébenlo ustedes mismos!
                        —¡Cómo! ¡Eres una gansa! —dijo Susana, después de introducir la cabeza
                  dentro del ropero y apartar los abrigos—. Este es un ropero común y corriente.
                  Miren, aquí está el fondo.
                        Todos miraron, movieron los abrigos y vieron —Lucía también— un
                  armario igual a los demás. No había bosque ni nieve. Sólo el fondo del ropero y
                  los colgadores. Pedro saltó dentro y golpeó sus puños contra la madera para
                  asegurarse.
                        —¡Menuda broma la que nos has gastado, Lu! —exclamó al salir—.
                  Realmente nos sorprendiste, debo reconocerlo. Casi te creímos.
                        —No era broma. Era verdad —dijo Lucía—. Era verdad. Todo fue
                  diferente hace un instante. Les prometo que era cierto.
                        —¡Vamos, Lu! —dijo Pedro—. ¡Ya, basta! Estás yendo un poco lejos con
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