Page 35 - El vampiro vegetariano
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—Solo  quiero  estirar  las  piernas...  ¿De

      que no estoy pálido, ni siquiera un poquito?
         —No estás nada pálido -le aseguró su ma- dre-.

      Ya me gustaría a mí tener ese color tan sonrosado
      nada más levantarme...
         El  que  sí  estaba  pálido,  y mucho,  era  el  señor

      Oliva, con quien Tomás coincidió en el rellano. El
 EL  domingo  por  la  mañana,  y  en  contra  de  su  señor Oliva vivía en el segundo izquierda, y era el

 costumbre  de  quedarse  remoloneando  en  la  cama   propietario del edificio, es decir, el casero de todos

 hasta  muy  tarde,  Tomás  se  levantó  temprano.  Se   los demás inquilinos. Era un hombretón grande y
 había  pasado  la  noche  soñando  con  escaleras   gordo,  calvo  y coloradote,  y muy antipático.
 oscuras y manos peludas, y tenía unas ganas locas   Aquella  mañana  seguía  siendo  grande,  gordo,

 de salir al aire libre y ver el sol.   calvo  y antipático,  pero  no  coloradote.  Estaba
 Tantas ganas tenía de salir que, para sorpresa de   blanco como la cera.
 sus  padres,  se  ofreció  a  ir  a  comprar  el  periódico   Al  ver que Tomás lo miraba  con insistencia,
 sin ni siquiera pedir nada a cambio.   le preguntó de muy mal humor:

 —¿Te  encuentras  bien,  cariño?  -le  preguntó  su   —¿Y tú qué miras? ¿Tengo monos en la
 madre.   cara?

 —Sí, ¿por qué? -dijo él tocándose nerviosamente   —No  -contestó  Tomás  sin  dejar  de
 el cuello en busca de posibles orificios vampíricos-.   mirarlo fijamente-, pero está usted muy
 ¿Estoy pálido?   pálido.
 —No, hijo, tienes muy buen color -lo tranquilizó   —Estoy como me da la gana, ¿y a ti

 su padre-. Lo que pasa es que a mamá y a mí nos   qué te Importa?
 sorprende un poco que te levantes tan temprano y   —No  me importa,  pero  yo,  si  fuera
 estés tan servicial.
             usted dormiría con la ventana cerrada.





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