Page 30 - El vampiro vegetariano
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Con la lectura (y las galletas) se les había pasado
la tarde volando, y no hacía ni cinco minutos que
habían terminado la novela cuando la madre de
Tomás lo llamó por el balcón para que subiera a
cenar.
Es un poco rollo, con tanta carta y tanto diario
-comentó el niño mientras iban hacia la puerta-,
pero tiene trozos chulísimos.
—Sí -convino Lucía-, está muy bien.
El rellano estaba oscuro, y el pulsador de la luz
quedaba en el centro, enfrente de la puerta del
ascensor.
Buenas noches, y felices pesadi... -empezó a
decir Tomas mientras iba hacia el interruptor, pero
no pudo terminar la frase: al ir a pulsar el botón,
sintió una mano grande y peluda bajo la suya. Se
llevó tal susto que no pudo ni gritar.
—¿Qué pasa? -preguntó Lucía desde la puerta de
su casa.
En ese momento se encendió la luz, pues la
mano peluda había pulsado el interruptor, y ante
los niños, negro y siniestro, apareció el mismísimo
señor Lucarda.
—Hola -dijo con una forzada sonrisa que puso al
descubierto sus dientes blancos y afi-
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