Page 36 - El vampiro vegetariano
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Al  oír  aquello,  el  señor  Oliva  se  puso  aún

                más pálido. Había tenido una extraña pesadilla:
                algo  o  alguien,  una  informe  sombra  negra,
                entraba  en  su  habitación  por  la  ventana  y  se

                acercaba lentamente a su cama, donde él yacía
                boca arriba sin poder moverse, paralizado por el

                terror.  Y  luego  la  sombra  negra  se  inclinaba
                sobre él...
                    —¿Por  qué  dices  eso,  niño?  -preguntó  con
                voz temblorosa.
                    —¿Tiene  alguna  marca  en  el  cuello?  -pre-
                guntó a su vez Tomás.

                    —No... no creo -contestó el señor Oliva pa-
                sándose una manaza sudorosa por su cuello de                          sin rechistar. Bajo la correa del reloj, en la parte
                toro-. Antes, al afeitarme, no he visto nada. —¿Y
                                                                                      interior  de  la  muñeca,  apareció  un  punto  rojo
                en los brazos?
                El  hombretón  se  remangó  la  camisa  apre-                         justo encima de la vena, que estaba ligeramente
                                                                                      inflamada.
                suradamente y dejó que el niño le examinara los                      —¿Cómo se ha hecho eso? -preguntó el

                brazos con mirada de experto.                                        mño.
                —¿Duerme  con  él  puesto?  -preguntó  Tomás                         —¡No lo sé! -exclamó el hombretón-. Pa... parece

                señalando el aparatoso reloj de oro que el señor                     la picadura de un bicho.
                Oliva llevaba en la muñeca izquierda.                                —Un bicho capaz de quitarle el reloj, palpitadle
                —Sí, casi nunca me lo quito, ¿por qué?                               en la vena y luego volver a ponérselo. Yo, en su

                —Quíteselo.                                                          lugar, dormiría con la ventana cerrada.
                El casero estaba tan asustado que obedeció






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