Page 48 - Papelucho - 3° - Julio
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8 hermanos y los convidé a tomar té mañana, porque es terrible vivir
                  solo en un departamento. Se llama Jacinto Soto y su papá es Presidente

                  del Sindicato. Me prometió traerme un kilo de cemento y unos ratoncitos
                  recién nacidos que él tiene.
                                                                                                 Mayo 2
                        Hoy fue un día estupendo.

                        Mi mamá había salido por el día con el papá, y yo me iba a quedar
                  solo con la Domi, cuando de repente llegaron mis invitados, los 8 Soto.
                  Eran seis hombres y dos mujeres. Las mujeres tenían el pelo mojado y
                  un pañuelo de narices en la mano. Los hombres se llamaban Jacinto,

                  Urbano, Segundo, Efrén, Sócrates y Juditas, que es el menor.
                        Por suerte que la Domi tenía cazuela guardada del almuerzo y
                  estaba haciendo un postre que nos  comimos en cuanto estuvo listo y
                  nos acabamos la leche y los huevos que los comimos revueltos, y

                  también el pan, la mantequilla y la mermelada. Pero nos quedamos con
                  hambre. Era bastante difícil jugar, porque este departamento es muy
                  chico; pero nos repartimos por todos los cuartos y también jugamos en
                  el ascensor, que quedaba enteramente lleno. Al principio Juditas lloraba,

                  pero después le daba una risa como cosquillosa.
                        Era tanto el boche que ni oíamos cuando llamaban el ascensor y lo
                  que resultó fue que unos cuatro señores, que estaban apretando el
                  timbre en otros pisos, se picaron, abrieron la puerta de repente y nos

                  dejaron entre piso y piso, completamente pegados. Al principio nos
                  asustamos tremendamente y las mujeres gritaban y hasta Jacinto creía
                  que nos íbamos a morir ahí, pero  por fin llegó un señor de los que
                  llamaban, acezando, y dijo que iba a reclamar al dueño del edificio y que

                  si no nos metíamos en nuestro departamento nos iba a dar una
                  pateadura. El señor parecía un búfalo por lo colorado y furibundo. De ahí
                  le gritó al otro que cerrara la puerta y nos bajó a su piso, pero tuvo que
                  volver a subir con nosotros al piso mío, porque con mi yeso yo no puedo

                  ni subir escaleras.
                        Después de eso, jugamos a los colegios y lo pasamos estupendo. Y
                  después bajamos en el ascensor a  ver al señor hipnotizador y nos
                  hipnotizó a todos y a los Soto les  vino tanto sueño que tuvieron que

                  irse. Y me da susto que se hayan quedado dormidos en el micro y no se
                  hayan bajado en su casa. De todas maneras quedaron en venir a



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