Page 47 - Papelucho - 3° - Julio
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Cuando llegamos a casa, vino el Padre Carlos a verme y me trajo
                  un libro de la biblioteca. Pero tiene la letra tan chica que es seguro que

                  es una lata.
                        El caballero del departamento de  al lado se volvió a poner azul,
                  después del té, y parece que de repente se murió. Se oían muchos
                  llantos y gritos y carreras y después mucho silencio y es mucho peor el

                  silencio que los gritos.
                        Ahora puedo andar por todas partes despacito. A mí me gusta estar
                  cojo, porque la gente me mira y me compadece.
                                                                                                 Mayo 1

                        Hoy es el día del trabajo, pero no se trabaja. Y tanto no se trabaja,
                  que ni siquiera se entierra a los muertos, así es que al señor Azul lo van
                  a enterrar mañana. Yo le pedí a  un cabro que ya había traído tres
                  coronas, que me dejara entrar esa última y por fin conseguí ver la cara

                  del muerto. Apestaba a flores calientes y a gente de luto y cuando entré
                  mi corona con mi pata tiesa, un caballero me la quitó de las manos y me
                  dio cinco pesos. El caballero tenía  la nariz bastante colorada, seña de
                  que había llorado. La casa del muerto tenía un barómetro de esos

                  estupendos.
                        Resulta que el cabro de la corona me estaba esperando afuera y me
                  pidió la propina.
                        —Dame cuatro pesos y yo te doy esto —le dije.

                        —¿Por qué le voy a dar cuatro pesos? Los cinco pesos son míos.
                        —No, señor. Son míos. Yo entré la corona. Y además, que los
                  cuatro son por mi pierna coja.
                        —Eso no lo sabes tú. Yo traje la corona y la propina es mía.

                        —Entonces voy a entrar a buscarla y tú la llevas. A ver si te dan $5
                  —le dije.
                        Nos pusimos a discutir y alguien nos hizo callar. Entonces entramos
                  a mi casa para seguir discutiendo y, de repente, nos agarramos y yo me

                  caí al suelo y no me pude parar más y el cochino se llevó sus cinco
                  pesos. Pero me las va a pagar y a la otra corona que traiga le voy a
                  hacer una zancadilla con el paraguas de mi papá.
                        Resulta que el cabro ése no volvió más, pero vino otro que se hizo

                  bien amigo mío y tomamos té juntos en la cocina. El trabaja en una
                  florería que se llama Fleur de Lys y tiene letras de oro en la gorra. Tiene



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