Page 32 - ¡Ay, cuánto me quiero!
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mi amigo imaginario que in
venté.
— ¡Ah! ¡Eres tú! — me dijo
la mamá de esa niña— . Hola,
lindo. La llamo enseguida.
— No, no — le dije yo— .
Este no es un asunto que se pue
da conversar por teléfono. Dígale
a esa niña que vaya a su pieza por
que yo me voy a subir a mi árbol.
Ahí hablaré con ella —y colgué.
La mamá de esa niña debe
ser una mujer muy inteligente,
porque supo lo lindo que soy sin
siquiera verme.
Bajé la escalera de mi casa,
salí a mi jardín, subí a mi árbol y
me senté en mi rama, frente a la
ventana de esa niña.
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